Me senté junto a mi mujer en el auto. Ella conducía como siempre. Le besé la mejilla, mientras que mi hijita, vestida con su uniforme de escuela se sentaba, ansiosa y miedosa por ese primer día de escuela. Hasta me puedo acordar de la expectación, el miedo… y la incertidumbre por ese primer día tan especial.
Mi mujer vio en el espejo retrovisor para ver cómo ella entraba al auto y apoyaba su espalda en el respaldo y le dijo:
- Abróchate el cinturón.
Ella se lo puso obedientemente y sonreí. Mi mujer se arregló el cabello con los dedos, encendió el automóvil y retrocedió, mirando con los espejos retrovisores y se bajó de la vereda.
Cristina se le veía contenta, aunque se sentía enternecida porque nuestra pequeña tendría su primer día.
- Vas a conocer muchos amiguitos hoy… te divertirás mucho.
Amanda, mi niña, miraba la ventana con grandes ojos, a pesar de las palabras de su madre no estaba tranquila. Yo escuchaba todo lo que le decía Cristina… sobre las amistades, los juegos, las risas. Se me escapó una sonrisa al ver la cara de Amanda que se empezaba a entusiasmar un poco con la idea.
El tráfico resultó ser bastante dinámico y rápidamente llegamos a la puerta del colegio. Cristina se bajó, a lo igual que la pequeña Amanda. Bajé con ellas del auto, abracé a mi esposa por la cintura y seguimos caminando hasta entrar con nuestra hija y encontrarnos con la maestra. Me despedí de beso de mi hija y vi cómo ella se alejaba en el pasillo, despidiéndose agitando alegremente.
Cristina suspiró y susurró con tristeza:
- Me encantaría que vieras esto, Miguel. Te extraño mucho.
Le besé en la mejilla y soplé sobre su cabello… y este se movió ligeramente. Ella sintió la brisa, porque miró hacia el lado en que yo estaba y entonces le dije:
- Lo estoy viendo, amor… Nuestra niña está creciendo… ya es una mujercita.- una lágrima inexistente salió de mis ojos.- También te echo de menos… a las dos.
No sé si ella me pudo escuchar, pero sonrió igualmente, aunque con tristeza. Suspiró y miró el reloj que yo le había dado, no para leer la hora, sino para leer la inscripción que le mandé a grabar en la cadena “Mi Cisne”… regalo que le había dado el día… antes de mi accidente.
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