Soy un hombre acompañado que nació en Vigo
cerca de una mujer y cada vez con menos amigos,
al que palos dados en la vida no le han sobrado,
al que no hecha en falta ni un solo beso o abrazo.
¡Te quiero, mi mundo!

Las lagañas correspondientes a cada mañana
indican las horas de cansancio, una noche muy dura,
soñando con mi estancia en este planeta, una parvada,
hablando con nadie por móvil sin cobertura.
¡Te quiero, mi mundo!

Una vez saco los pies de este sobre que me arropa
siento un fuerte mareo, mi cabeza me explota.
Directo al baño, orino sentado, sangro como nunca
y me asusto al ver mi vida en un pozo, mi sangre en lagunas.
¡Te quiero, mi mundo!

Me lavo y me levanto, tengo miedo, ¿qué me pasa?
Medicina occidental, no me gusta, pero es lo que hay;
el médico me dice que no puedo volver a casa,
que tengo un grave problema, I will say goodbye.
¡Te quiero, mi mundo!

Escapo de allí, huyo despavorido hacia mi hogar.
Mi vida se hunde en un segundo, empiezo a llorar.
Llamo a mi esposa y le comento lo que sucede;
me dice que me cuide, que sin mi vivir no puede.
¡Te quiero, mi mundo!

Me procuro relajar en mi sofá, no tengo hambre,
pienso en lo que vino ayer y en lo que mañana vendrá,
pienso en el tiempo que me queda y salgo a la calle,
necesito pasear y disfrutar la vida un poco más.
¡Te quiero, mi mundo!

Una vez fuera voy a la playa y me tumbo sobre la arena.
¿El tiempo es oro! Como dijo el otro, vaya pena;
pena de no saber porqué otra vez vuelvo a fallecer,
pena de no sentir nada en mi cuerpo, sólo en mi piel.
¡Te quiero, mi mundo!

De repente un viento helado sacude mi corazón
y congela todo mi cuerpo con el que vuelo hasta mi edén.
No siento el viento, no siento nada, ni siquiera ese dolor
que recorrió desde mi mente hasta el final de cada pie.
¡Te quiero, mi mundo!

Ahora que muero, despierto entero sobre mi colchón
soñando una vez más mi muerte en mi habitación,
soñando mi adiós a este planeta como ninguno,
soñando con volver a verlo...
¡Te quiero, mi mundo!






*Javier Santalices*