La silla
Cuando Yoko supo que finalmente su hijo regresaría a casa, sintió un profundo dolor.
¿Cómo continuarían su vida juntos ?, ¿sería el mismo joven ilusionado que había visto partir tres años antes ?. Seguramente no.
Ella tampoco era la misma, aunque se esforzaba por mantener aquella sonrisa tranquila que siempre la había acompañado.
Lo único que no había cambiado en estos años era su casa, más concretamente, la cocina de su casa, siempre cálida y abierta para recibir a los amigos que la visitaban.
Pero ya no venían tan seguido como antes, poco a poco se fueron alejando, algunos con cierta culpa, otros sin ella, hasta que al fin se quedó sola, con sus recuerdos y la esperanza. Algún día, algún día su hijo regresaría a casa.
Cuando recibió la carta estaba, como siempre, en su cocina, sentada en su silla, esperando. Algo pasaría en esos días, lo había soñado, pero nunca se imaginó que fuera esto. Su hijo volvía finalmente a casa, finalmente. Pero, ¿por qué no era una noticia feliz la que traía la carta?, ¿por qué tenía que ser de este modo?
Unos días después, escuchó que llegaba un auto. El motor se detuvo. Un hombre desconocido bajó y se acercó caminando lentamente.
- ¿Señora Yoko?
- Soy yo. Lo estaba esperando.
- Acompáñeme.
Se acercaron al auto. Un joven estaba sentado en el asiento trasero. El hombre abrió el baúl, sacó unas piezas de metal y empezó a armar, cuidadosamente, una silla de ruedas.
|