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Aún recuerdo aquella noche. La nube gris invadió mi ser y evaporó su presencia. Estaba abrazado a su sombra, mientras afuera, la tormenta no cesaba.

Pretendí seguir durmiendo entre muertos. Sin aire en los pies y lamiendo su piel, con esa lágrima que corría, sin movimiento, por su cuerpo difuso.

El mensaje del teléfono no dejaba de replicar: “Hoy es un buen día para morir. Pronto verás la luz eterna”.

El cielo flotó entre sus sueños. Caminé por cristales rotos. Mis sentidos se dislocaron hasta esfumarse. No sé si fue a causa del veneno de ratas, que aún yacía en el fondo del vaso con residuos de Coca Cola.

Mis plegarias huyeron hasta encontrar regocijo en su nombre, el mismo que estaba anclado junto al suyo.

Prendí el último cigarrillo. A decir verdad, sólo era la colilla…

Traté de buscar su rostro; y sólo pude encontrar su rastro…

La oscuridad llegó en el instante indicado. Recorrí mi historia y su cuerpo. Los latidos se fueron aminorando. Sólo un golpe… un shock; y de repente, apareció el resplendor, una luz parecida al brillo de sus ojos.

Una mano tomó mi alma, me llevó a su lado y al paraíso. Me dio a probar de su sangre, frente a un altar de luz interna. El sabor era amargo, muy parecido al néctar de la desilusión y el dolor.

Las manos y los pies fueron tomando vida. Me mostró la dicha de estar mezclado entre vivos. La fortuna de ser parte de la creación, de vivir y ser un pedazo de la noche. Sentí el regalo de ser querido, como aquellas noches que pasé a su lado.

Me evaporé en su interior, cuando imploraba por mi rescate. Los temores huyeron con el viento. Se hincó y prendió un par de veladoras, con la intención de cuidar de mi alma. Tomó un millar de estrellas y las colocó en el pecho; junto a un ave herida envuelta en papel celofán.

Entonces ella apareció. Justo detrás de la puerta del sol. Sus ojos no cesaban de llorar. Estrechó sus manos y me dio su corazón.

Al ponerlo, un alarido me despertó…

Las nauseas se iban y el vómito regresó mis latidos. El sol volvió a salir.

Ahora empiezo de nuevo. Abro la ventana y descubro que la playa está cubierta por un cosmo iluminado por el firmamento.

Pero sé que de día, ella saldrá detrás del sol, a su lado; para darme la dicha de iniciar una nueva vida.

Texto agregado el 09-04-2009, y leído por 88 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-04-2009 INCREIBLE. Sin mas palabras. yellow_ink
 
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