Las 18:12 de la tarde. Ni siquiera consigo ver lo que hay detrás del cristal Parece que hay niebla, o por lo menos algunas nubes, y no me dejan ver el horizonte. Ni siquiera distingo las casas de alrededor. No me es conocido el paisaje que miro.
Una música ambiente acompaña mis letras, pero no tengo tabaco. Hace poco he fumado un cigarro, pero estas tardes reflexivas me hacen necesitar ese cigarro. Me apetece muchísimo, pero no hay. Voy en pijama así que ni siquiera bajaré a comprar. No me apetece vestirme. No me apetece hacer absolutamente nada, excepto hablar con mi soledad.
Hace años que no me dirijo a ella, está triste y me necesita. Alguien me dijo que en esta vida siempre estamos solos. Últimamente otra persona ha vuelto a repetirme esa frase. Puede que sea cierta, pero no me resisto a creerla.
Pero hay algo más, alguien me dijo una vez que lo más importante es no fallarse a uno mismo; es decir, que si siempre actuabas de acuerdo a ti mismo siempre te tendrías a ti, siempre podrías contar contigo mismo. Y de esta forma, podrías mirarte de frente al espejo.
Vaya, que dos grandes frases. Ahora, voy camino de Mordor. Voy solo, sin Sam. En mi camino no está el amigo que te lleva parte de la carga. Éste viaje tengo que hacerlo solo. Y me alegro de que sea así. Sigo los recovecos del alma en busca de mí mismo. Tengo miedo, no voy a negarlo. Apenas he comenzado el viaje y ya tengo ganas de desistir, de volver hacia atrás. Se estaba tan bien en la Comarca. Allí siempre tuve lo quería, o por lo menos eso sentía yo. Pero ahora es diferente.
Parece que todo se ha caído. Sólo se que estoy de pie, sobreviviendo, como puedo. No llevo mucha comida pero estoy decidido. No se que ocurrirá, donde llegaré, ni cómo. La armadura me viene grande, no estoy acostumbrado. Y apenas puedo andar con este temblor de piernas. Tengo miedo.
Se que voy a intentar volver muchas veces, pero cuanto antes me vaya antes llegaré. Tengo que ser fuerte y no mirar atrás. Ahora toca buscar el camino, unas veces me dejare llevar y otras estaré atento a lo que me dicten los dioses. Pero prometo que mi único arma serán mis sentimientos, solamente ellos. Dura promesa la que se marca este montaraz. Dura y seguramente difícilmente cumplida. Pero voy a intentarlo. Cuando no haya luz, mi guía serán mis instintos.
Con una despedida sello el principio de mi camino. Las distancias, complicaciones, las perspectivas; todo, absolutamente todo se volverá difuso. Los límites empiezan a emborronarse.
Tengo miedo por lo que dejo, y tengo miedo por lo que pueda perder. Quizás, cuando vuelva ellos ya no me acepten. Quizás, cuando me miren no me reconozcan, puede que ya ni siquiera me necesiten. Pero me tendré a mi. Eso será cierto, verdadero, fiable.
Hasta la vuelta.
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