Julio, te extrañará recibir esta carta. Ya hace trece años que no sabes nada de mi. En realidad es toda tu vida que no sabes nada de mi. Hoy, debe ser catorce de octubre y hoy, debes cumplir dieciocho años, si nada inesperado ha pasado. Me hubiera gustado darte un mejor regalo, pero las circunstancias no lo permiten y tu comprenderás, que por más que uno trate no se puede vencer a la muerte. Así que te dejo esta carta a sabiendas que quizá no te guste recibir una noticia de tu Padre.
Julio, hijito querido, no sabes que pena me dio dejarte. De todas las cosas que dejé allí, fuiste tú la única cosa que me hubiese detenido de tomar tremenda decisión. Pero tú estabas muy chico para entender todo esto.
Te quiero tanto, tanto o más, como quiero a tu madre y a tu hermana Luisa y espero me perdones por todos los momentos en el que no estuve contigo. En realidad yo hubiera podido crecer contigo, jugar al fútbol, llevarte al colegio, al cine; a todas esas cosas que se hace con un padre y que lastimosamente tú y yo no lo hicimos. Seguramente debes tener ya alguna novia, no sabes que nostalgia me da pensar que hoy estás hecho ya todo un hombrecillo y que yo, no pueda siquiera verte. Te juro que se me caen las lágrimas tan sólo pensar en eso; pero que más da hijo, las cosas tenemos que aceptarla como vienen y yo por fin estoy aceptando esto.
Sabes hijo, ellos creen que no puedo moverme, en realidad puedo moverme, aunque sea un poquito, puedo mover la mano derecha sin mucha torpeza aunque no tengo casi fuerzas, lo descubrí ya hace cinco meses en que tu Madre me llevaba a pasear al acantilado, junto al peñasco. No sabes que feliz me sentí aquel día, para un hemipléjico de repente sentir un estirón en el brazo y luego poder moverla es una gran esperanza. Por días esperé silencioso otros estirones, pero ves, ya son cinco meses que nada a pasado. Ni tu Madre, ni tu Hermana saben de esto, para ellos soy casi un ser vegetal que apenas mueve la cabeza y con dificultad abre o cierra los ojos.
Antes hablaba, aunque no articulaba bien los sonidos, aunque la voz me salía como de un tubo, hablaba; pero ya no lo hago por que no lo quiero hacer, me jode que cada vez que digo algo, alguien trate de esconder una sonrisa de burla y que después me mire con esa mirada de mierda, que da pena. Como si yo no pensara, como si ese accidente también me hubiera paralizado el cerebro, cosa que no ocurre. Sigo tan lucido como cuando ingresé a la universidad, talvez no tanto pero yo hijo pienso lo mismo; sólo que mi cuerpo no me obedece y eso es mi único problema. Que esta maldita carne se a convertido en mi prisión, que este cuerpo que antes fuera un cuerpo seductor se haya convertido en un esquelético y retorcido montón de huesos y tendones sin vida.
Ahora siempre que tu madre o tu hermana me viene con una pregunta sólo contesto con un leve movimiento de cabeza afirmándoles o negándoles. Y así estoy, ellos creen que ya no hablo y creen que es por el accidente, muchas veces he creído que he empezado a ser una carga y es que hay cosas que me hacen pensar en ello, por ejemplo tu hermana; Hoy ella tiene catorce y entiendo que las cosas le deben estar ocurriendo de manera acelerada, tu sabes la adolescencia y toda esas cosas.
Hasta hace un año Luisa aun venia corriendo hasta mi, me abrazaba, y me leía una que otra noticia del periódico o me prendía el televisor y nos quedábamos a ver el fútbol o alguna novela que a ella le gustaba. Cuantas veces me repetía que me quería mucho y que pronto yo mejoraría. Como han cambiado las cosas. De un tiempo para aquí, ya ella no se acerca, ni siquiera me saluda.
Tu madre se va al trabajo todos lo días y en la tarde Luisa a veces se queda haciendo las tareas del colegio en la mesa y es el único rato que estoy con ella, por que yo casi siempre estoy en la sala, pero ocurre que a veces ella no quiere mirarme, pienso que algún resentimiento habrá empezado a crecer por mi estado.
La semana pasada yo estaba allí esperando que ella llegara, vino con un grupo de amigos al parecer, por el ruido de muchachos que hacían, Luisa tomó mi silla y la empujó hasta un cuarto vació que tenemos. Ya vuelvo, dijo y se fue hasta la sala. Yo me quedé allí mirando la pared sin poder hacer ni decir nada. La luz del día se fue yendo y con el la claridad y yo estaba allí sobre mi silla de ruedas, llorando como un niño. Tu hermana se había olvidado que estaba allí o es que no quería recordar, pase al menos cinco horas allí, hasta que llegó tu madre en la noche y ella fue quien limpio mis lágrimas y trato de calmarme. Ese día tu Madre la reprendió y exigió que me pidiera disculpas, ella a regañadientes lo hizo, pero en realidad yo no la culpo, ni siquiera podría molestarme con Luisa, la amo mucho que incluso a eso ya me he acostumbrado. A tu hermana ya no la veo desde aquel incidente, apenas noto su presencia y ya se esta yendo, supongo que la avergüenzo, pero cuanto quisiera estar más cerca de ella y ayudarla.
Así es hijo, ¿te das cuenta? esas son las razones por lo que no quise aferrarme a la vida. Sólo tu entiendes que a pesar de esta barrera que es mi falta de movimiento, está mi amor por ti, por que tú siempre has estado aquí junto a mí. Acaso a tus cinco años, me regalaste todo. Y te amo mucho, te quiero cuando vienes a jugar conmigo, cuando me empujas la silla y me das un largo paseo, cuando me das un beso, cuando me dices “papá quieto”, por lo tieso que estoy; cuando me cuentas un cuento, cuando te duermes entre mis rodillas, cuando me abrazas sin esperar que yo también lo haga. Recuerdo, por ejemplo, la vez que empujaste la silla hasta fuera y me llevaste a ver el mar desde el acantilado, fue una gran aventura, aunque Mamá te reprendió después, angustiada, diciéndote que Papá estaba enfermo, que podría haber caído y hasta haber muerto, lo cierto es que la pasamos de maravilla. Por eso sólo por ti moví el brazo, para poder acariciar tu cabello, para tocar tu rostro niño mío, por que sólo tu sabes que muevo el brazo y sólo por ti hasta ahora estoy vivo.
A tu Madre también la amo, ella a sido en realidad la que a sufrido más, fuimos muy felices pese a todo, de ella me llevo los mejores recuerdos, tu madre es la única persona que me regalo los dos grandes motivos, mis hijos. Hasta ayer fue también ella la gran razón de mi vida, estos tres años ella a sido el sostén de todos, a tenido que trabajar muy duro y sólo con la muerte pagaría todo lo que hizo por mí. Digo hasta ayer por que cuando asomado a la ventana la vi llegar, la vi llegar como siempre, aunque esta vez no estaba sola, venia con alguien, pensé que era algún compañero de trabajo; discutían de alguna cosa, hasta que este hombre la tomó, la abrazó... y se besaron. Hijo, allí se derrumbó todo para mí. Toda esa necesidad de afecto que tenía me consumió la garganta y creció este odio, odio por mí mismo, odio por este sin sentido que tiene mi vida.
Por eso Julio, tendrás que entender, que toda esa desilusión, que toda esa impotencia en mi se convirtió en rabia; en rabia de no poder salir de aquí y defender lo mío, de salir de esta porquería de cuerpo y liberarme por fin. Por primera vez hijo mío, esa noche sentí su ausencia, la extrañé estando tan cerca. Sentí una necesidad de ella, de un beso, de un abrazo, de una simple caricia, una simple palabra de cariño; por que tu madre. Ella, ya no estaba más para mí... ya no me pertenecía.
Ella, al llegar hasta mi cuarto, se dio cuenta de que ya lo sabia todo, me miró los ojos tristes y como en otros tiempos entró hasta mi alma. Luego no quiso mirarme más, sentí que lloraba, me dijo alguna palabra que no oí, por que desde ese instante hijo mío, también decidí no oír.
Mas tarde vino a acompañarme, me habló de él, yo no le oí, no quise oír lo bueno que era él, no quise oír que él también los quería y que estaba dispuesto a tenerlos como sus hijos a ustedes, mis hijos, no quise oír que ella lo necesitaba a él como yo la necesitaba a ella en ese instante...no quise, no quise
Por eso Julio, esa mañana te pedí me llevaras al acantilado. a pasear por ahí, donde dijo Mamá que era peligroso.
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