El día de muertos significa mucho para mi pueblo. Es una fiesta en la cual los caminos se cruzan para dejarnos convivir con aquellos seres que ya se han encaminado a un plano superior. Los panteones están llenos y la gente come en las tumbas como si se tratara de un día de campo. En las casas se pueden ver los altares con frutas y la comida favorita del difunto, un buen mezcal y el aire huele a recuerdo y nostalgia.
A las afueras del pueblo se ve una casa vieja cerca del panteón y en ella un hombre con la piel surcada por el paso del tiempo. Nadie sabe su nombre, nadie sabe cuantos tiempo ha vivido ahí mucho menos conocen la penitencia que tiene que pagar. Muchas historias surgen a través de un personaje tan peculiar, dicen que es un hombre condenado a vivir eternamente por cometer un pecado imperdonable, otros dicen que le vendió su alma al diablo y ahora es su sirviente y unos mas dicen que esta condenado a no morir jamás hasta que encuentre el perdón de una mujer. Es un hombre de leyendas y mitos al que todos conocen como el sepulturero, y fue precisamente un día de muertos como hoy, pero hace muchos años empezó su tragedia.
Damian era el hijo del patrón, un chiquillo mimado que estaba acostumbrado a tenerlo todo. Había regresado a casa para pasar las vacaciones con su familia. Su padre era dueño de la hacienda cafetalera más grande de la región, dueño de muchas tierras, y de las vidas que en ella moraban. Así que Damian aprendió a ser un duro capataz, pues pronto seria el amo de aquellas tierras.
Una tarde mientras cabalgaba por sus dominios, vio a una mujer en el río. Poseía una bella figura, y su piel morena era tan deseable que simplemente no pudo dejar de verla, era en verdad una mujer cautivadora. Jamás le había visto en los dominios de la hacienda, pero siendo un hombre acostumbrado a tener cuanto quisiera que se acerco a ella con autoridad e intento tomarla por la fuerza, pero el hechizo de sus ojos verdes se lo impidió. Embelesado por su belleza le soltó el brazo y quedo inmóvil hasta que la perdió de vista.
Esa noche, como todas las noches siguientes, soñó con aquella mulata, con su cuerpo junto al de el, con esos ojos que le habían calado tan hondo.
A la mañana siguiente pregunto a los peones quien era esa extraña mujer. Unos decían que era la amante del mismísimo demonio, que el río estaba maldito por su culpa, pues las aguas que acariciaban su carne desnuda formaban remolinos reclamando su ausencia, llevándose animales y personas por igual. Otros mas que era una Nahual que embrujaba a los hombres y que los llevaba a su perdición. Y algunos que era la hija del dios del agua, una mujer prohibida. Muchos mitos se decían de ella pero solo algo de todo lo que escuchó le quedo grabado en el corazón, el nombre de aquella mulata: Mayab
Damian deseaba tanto a esa mujer que día tras día acudía al río para verla bañándose. Día y noche pensaba en esa mulata, ya no comía, no dormía y las pocas horas que lograba conciliar el sueño solo veía la imagen de Mayab saliendo del río. Pasaron semanas y Damian iba de mal en peor. Estaba tan embelesado con ella que se desconecto de este mundo. Se le veía divagar y hablar solo, reír y fantasear, llorar y emborracharse cada día más y más.
Los padres, preocupados trajeron médicos, curanderos, brujos, de todo para sacar a su hijo de limbo en el que estaba. Finalmente decidieron mandarlo de nuevo a la capital, para que se distrajera un poco y volviera a ser como antes. Al cabo de tres años todo volvía a ser normal, de nuevo el amo ejercía su mano dura sobre el peón. Parecía que ya no recordaba su piel ni los ojos penetrantes de la mulata que había sido su perdición.
Una tarde, mientras cabalgaba por los límites de su tierra, vio a su hermano mayor apresurarse a una casita al final de la ladera. No resistió la curiosidad, así que lo siguió pensando que tal ves tendría un amorío con una peón. Dispuesto a interrumpir se acerco a la ventana solo para ver a su hermano y a Mayab juntos. Todo ese año se había intentado convencer que esa mujer no existía, que solo era su imaginación. Cegado por la ira vio a su hermano como un rival y loco de celos entro en la casa con machete en mano y de un solo golpe decapito a su propia sangre. Mayab corrió hacia el río y Damian tras ella intentando detenerla, jalando su ropa hasta que finalmente llegaron al sitio en donde todo comenzó.
Con cuchillo en mano la mulata lanzo una maldición en contra el:
“Tu maltrataste a mi gente, has sido un amo cruel y egoísta y mataste sin compasión a tu propio hermano, sin pensar en el sufrimiento que dejas tras de el. Que la vida te cobre todo el dolor que has causado y que tu alma no encuentre alivio hasta que la ultima persona a la que hiciste sufrir pueda descansar en paz”
Diciendo esto se corto el cuello y dejo que el rio se llevara su cuerpo lejos. Damian quedo petrificado ante sus palabras. Pero aunque la justicia humana se compra, la justicia divina no perdona. Poco a poco el rio cobro venganza, jalando su ganado, echando a perder las cosechas, inundando el campo. Muchos años pasaron y pronto la gente olvido lo sucedido. La hacienda se convirtió en campo santo y un hombre quedo con la penitencia de enterrar a los pobladores de la ciudad.
Dicen que les pide a los muertos perdón, esperando que con eso su alma pueda descansar. Otros dicen que esta loco, pero Nana Toña , que es la que me contó este cuento, dice que solo el perdón de una mujer puede darle la paz eterna. - ¿Quién nana, dime quien es?- le pregunto curiosa. Pero ella me desvía del tema y me dice
-Mi niña Sofía, eres igual a tu madre, si ella todavía viviera… Yo no concoci a mi madre, ella murio cuando era una bebe y Nana Toña me ha cudado desde entonces. Asi que le digo : Mejor cuentame de mama….
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