Hoy es domingo y en Argentina es el “Día del niño”, uno de esos días que los comerciantes inventaron para obligar a todo el mundo a regalarle algo a otra persona, en fin, de todas maneras y aunque no le des mucha bola en algún momento terminas comprando algo para un niño conocido o familiar el cual no tiene porque entender de mejorar ventas o consumismo porque para eso es niño.
El tema es que hace no menos de 20 días que nos bombardean con frases como “La alegría de un niño no tiene precio” o “El niño que todos llevamos dentro” y sobre esta ultima me detuve a pensar, es una frase muy trillada y cada cual termina dándole el sentido que mejor le parece. Yo lo pensé varia veces y concluí en que el niño que debería llevar en mi interior y que no es otra cosa que ese niño que alguna vez fui, yo, lo llevo por fuera.
Así de sencillo fue el análisis, el estudio se baso en pocas cosas que tienen que ver más con lo cotidiano de lo que se imaginan. Prefiero las películas de dibujos animados a cualquier otra, aunque el adulto que llevo dentro mira de las otras también. Me encantan las golosinas, sobre todo los alfajores, me compro juguetes, estuve en Bélgica hace un mes y el recuerdo que me traje fue un juguete de madera que compre en Brujas. Siempre es buena la oportunidad para esconderse o esconderle algo a alguien como cuando estábamos en la escuela. Y por ultimo y creo que es la que mas lo confirma, me encanta chapotear en los charcos y caminar cuando esta lloviendo.
Creo que la lluvia es lo que mas cerca nos tiene de la niñez. Tengo una hipótesis que sostendré hasta que pueda demostrar o me muera de viejo y es la siguiente: “El mundo comenzó a ser mas infeliz cuando la gente empezó a utilizar paraguas”. Y si no me creen piensen, ¿Cuántas veces vimos “se suspende por lluvia”? y pensar que los eventos en los que la lluvia participa son los mas recordados. Quien no se acuerda de ese partido de fútbol en que nos mojamos hasta los huesos o ese recital que estuvo buenísimo porque la gente ni se movió, y cómo llovía.
Es increíble pero un poco de agua, pone de mal humor a los mayores que enseguida buscan donde ocultarse y se obligan a expandir esa cosa horrible que es el paraguas, amenazador hacia los ojos de los demás y que solo sirve para uno, es egoísta. Cuando hay que compartirlo nos hacemos más humanos, resignamos mojarnos un poco para que el otro se moje menos.
El agua es vida, es bendición para quien trabaja la tierra y nuestro comportamiento dañino hizo que en el planeta hasta la lluvia se vuelva amenazadora o acida, contaminamos el cielo y perdimos la posibilidad de tener esta alegría, sentir la cara mojada y después el calor de una taza de leche caliente mientras nos envolvían en una toalla. Seguiré soñando con esos día en los que volvía durante la nevada empapado hasta el alma o cuando me despertaba de noche y estaba lloviendo, me quedaba en la oscuridad escuchando como llovía sin mirar el reloj y con la incertidumbre de saber si era temprano para la escuela o podía dormir un rato mas; a estirar el partido de la chanchita de atrás de casa para que se largara llover y volver a casa embarrado para siempre.
El niño lo llevo por fuera y mientras escribo esto se nublo y esta por nevar, los dejo y me voy a caminar al centro en una de esas me agarra la lluvia y vuelvo a festejar con el mejor de los regalos, el pelo mojado y el ruido de las gotas golpeando la chapa o esas gotitas que se juntan el cristal de la puerta del frente.
A me olvidaba para los que llevan el niño por fuera, feliz día. Y gotitas en el cristal también para ellos.
Escrito un domingo de agosto de 2006 en pleno invierno, en casa. Solo.
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