Mirando mi pareja de periquitos agapornis en su jaula envidié su tierna felicidad. Besándose con sus poco carnosos labios, y acicalándose mutuamente como una feliz pareja en el lecho. Los miraba yo como un hambriento gato, esperando a que alguno de los dos se descuidara para darles un zarpazo, pero lo que yo quería comerme no era su escasa carne, sino el amor que esas avecillas de vivos colores se tenían… a ver si podría ser tan feliz como ellos… que son felices a pesar de estar enjaulados… que son felices entre barrotes porque están juntos.

Con los ojos clavados en sus vivos colores y su cariñoso contorneo con sus cabezas, me di cuenta que quisiera amarte toda la vida... de cómo quisiera estar contigo hasta la muerte.

Suspiré con cierto desconsuelo y mis ojos derramaron una lagrima, la cual era extracto de envidia pura. Mi corazón lastimero me hablaba diciendo el dolor que me provocas.

No me permites estar contigo con tanto sufrir. Quisiera acompañarte siempre, como esa pareja de aves que vivirán amándose hasta que la muerte los separe.Te espero todos los días encerrado en la jaula de mi corazón esperando a que abras la puerta, pero mi corazón en la espera se le están cayendo las plumas y se muere de frío.

Cómo quisiera ser una de esas aves que son felices en pareja toda la vida, afrontando las dificultades juntos. Cómo quisiera estar en tu compañía en este momento y que leas lo que he escrito para ti y que sepas que te quiero más… de lo que parece.