Dentro de la Luna llora, taciturna… una cigarra, medio moribunda… Y sus cabellos, de terciopelo negro, se mecen con el viento, en una danza nocturna… Cayendo… Moviendo la aceituna, todos todos… todos callan a la flamante Luna gris del mediodía de los difuntos… Oh dulce alma, sé tu misma; oh, telarañas… abandonen sus recuerdos… Y la Luna renacerá con su terciopelo negro… Llorarán entones los difuntos y medio miedo cobrará su venganza al destino incierto… que llenó de alabanzas el desconcierto nocturno, y llenó mi vida de falsas esperanzas noctámbulas llenas de cocaína… Y la Luna… la Luna llora sus recuerdos infantiles sin miedo…. Se pregunta… si alguien más la ve y la quiere desde el fondo del espacio,… La Luna llora como ninguna… Y en sus lágrimas se mecen más memorias de esas que habían sido olvidadas… borradas… como tantas otras cosas… Pero olvidar es un arte… El arte del olvido… Y es tan necesario, que sin él todos moriríamos… de depresión y melancolía… de nostalgias que se aferran a los seres perdidos… a los momentos vividos… y que no regresarán jamás… Contemplemos mientras tanto la lluvia… Y veamos cómo se lleva nuestro oscuro dolor… Nos nubla la vista y hace que sigamos olvidando… olvidando nuestro dolor… Y fijemos nuestras miradas en la luz de la vela y la suave luz que cae sobre nosotros desde la Luna… Y mirémosla a ella y desenfoquémosla… Quizás nos parezca mentira… pero alguna vez nosotros llegaremos a ella…