Recuerdo tímidamente su nombre, se llamaba Laura. Trabajo con migo en bar de Julio, el que esta junto a la ferretería. Recuerdo que lo hacia para pagarse sus estudios. Estudiaba periodismo aquí en Barcelona. Siempre le gusto el barrio, aunque nunca dejo de compartirlo con Lleida. Todos los fines de semana se iba para lo que ella llamaba su casa. Recuerdo que le gustaba esa ciudad mucho mas que Barcelona. Siempre dijo que aquí se agobiaba, que era demasiado grande para ella.
La verdad que no es muy tímido el recuerdo que tengo. Yo quise que lo fuera, pretendí que lo fuera. Pero no podía evitarlo, siempre me asomaba a esa maldita ventana. Solo para verla pasar, solo para atontarme, solo para embalsamar toda la inquietud que yo pudiese albergar. Realmente me liberaba, no pensaba en nada, no pensaba ni en su lado salvaje, no pensaba. Solo miraba, no quería conocer mas, solo su figura y ella, su paso firme y enérgico. La observaba desde que aparecía por Julio Quintero hasta que doblaba la esquina de la Avenida Argentina, volvía de la biblioteca todas los días a las ocho y media.
Se que volvía de la allí, porque una tarde estaba yo con mil cosas en la cabeza. Tantas y de tal grado de importancia que olvide asta la hora que era. Baje la basura para despejarme, eran las ocho y media de a tarde y aquella chica con la que nunca desee encontrarme, aparecido frente a mi. Resbale de forma idiota, todavía no se como ni con que, y caí a sus pies.
Si no quería conocerla era porque después de medio año observándola aquella chica se había convertido en mi Dulcinea particular, en la princesa de mi cuento. No quería conocerla porque en él ella era perfecta. Pero fue mejor que en mi imaginación, tras caer, recuerdo que pregunto por mi y me ayudo a levantar. Conversamos un rato ,lo suficiente, para que yo sin poder calmar mi tentación, acabara por pedirle el teléfono. Sus ojos eran grandes y verdes y su voz, recuerdo que preciosa.
Es curioso recuerdo su voz pero no recuerdo lo que decía, estaba quizá tan concentrado en su belleza que no era capaz de ir mas allá. Luego si, en otras ocasiones mantuvimos largos ratos de charla, recuerdo que quedábamos en el Café de Nicanor. Allí nos conocimos, allí hablamos de nuestra vida y de como arreglar el mundo. Recuerdo la forma característica de agarrar su taza de té, con el dedo meñique elevado sobre los demás y siempre doblaba sus servilletas en cuatro partes y luego jugaba con ellas.
En aquel Café surgió la idea de trabajar juntos en el Bar de mi amigo Julio, él necesitaba gente y bueno nosotros necesitábamos dinero. Recuerdo que ella libraba los fines de semana para estas con su familia en Lleida y también faltaba en la época de la cosecha de maíz y la recogida de tomate, allá por septiembre. Le gustaba ayudar a su padre y recuerdo que no quería perder su raíz agraria.
Acabo la carrera y desapareció de Barcelona. Fueron los mejores años de mi vida. Ayer me entere de que ha vuelto y trabaja en un periódico económico de la ciudad, también oí algo de que tubo un percance con el gato de Luis, el carnicero. Creo que voy a ir a verla.