Abriendo el camino de tus brazos y los míos, cerrando el alma al retorno lamentable y humillante del estar con vos en una lejanía cuasi absoluta, con todas las posibilidades de la cercanía.
Negreando el blanco con la mugre de mis uñas, te mancho la polera de tus senos, te chupo en un intento la posibilidad de articularme el reflejo de escamas rotas y me rebelo a tus deseos obstinados. Pierdes tu turno y yo me muevo cinco veces, mirando siempre para atrás, por si no vienes, por si me dejas, por si apabullas mi esperanza.
Pero tú pareces querer venir, y si lo haces volveremos a crecer en los sonidos, en los números y letras. No creas que un árbol chueco es aquél que se emborracha de tonteras. No creas que tu inteligencia es corta, porque yo la veo y es enorme, hermosa como juntar nuestras pieles, como el olor de tus axilas y las sonrisas de querernos.
Tampoco creas que he declinado mi amarte, porque mi tiempo se mide en miradas de tu boca y palabras de tu sexo, y cosquillas de tus ojos.
Y es por eso que siento que nos hemos detenido en nuestra belleza, detenido el tiempo de tu amor para conmigo yo me pongo a hacer barro de mis ojos y mi tierra, y sólo me queda hablarte deste modo y esperar a que los días de tus labios vuelvan a avanzar. |