esta gente no tiene remedio,
porque quien dura dice caer en el fondo de
las corrientes oceánicas,
de los rompeolas, a las marejadas que siempre
involucran una suerte de improvisation ajoutée
para que ahora acá estemos, Roberto o el
demonio que seas, delante de nuestros propios
delirios, de mirarme en tus fibras de celulosa maltrecha,
el desastre de haberte ido a morir al otro lado del
mundo-creo haberte escrito desde mi refugio, a ver si
así revivías otra vez y me contabas sobre tus
sueños en civitavecchia y las estaciones, quizá
rojo y negro, en todo caso quién lee a Stendhal
con este frío nuclear-.
me jacto, entonces, de no saber escribir y de esperar
que en la ficción haya un marcapasos que me haga
funcionar los dedos, que los separe de un tórax incipiente
y hablar con arrogancia de ti sin saber qué decir
porque puede que los sin-punto no te hagan justicia
nuevamente, Bolaño, porque podría llover mañana pero no
porque podrían partirse nuestros huesos pero no, por thriller,
por horror o por comedia, por doblarte entre letras cada espacio
que no llenas o que sí y por soberbia no remarco esos toques tuyos
en el hemisferio izquierdo que siempre erizan mi lóbulo occipital. |