me permito escribir como un alivio, de noche cuando el silencio se lo come todo. acercarme, quizá, de la forma más dramática a la poesía como la sanación para las cosas que no debería decir. probablemente esta mujer penda de un hilo, suspendida frente al espejo, perdida en su desmedida extensión mientras su reflejo me deje quedarme con mis detalles nimios, con mi poca convicción.

me detallo, justo en el borde de conversaciones que son como un caballo desbocado, con las uñas abriéndome el pecho siempre para que se note que tengo algo que late, de la forma más absurda cuando todo queda para mí. todas las letras que me salen como un disparo que chorrea inelocuencia, como un grito y su eco en una galería donde se expone el tiempo, de la forma más precaria colgado de los muros. el tiempo que es como una película en berlín, como un salto, como fingir tener una sombra a mi lado que me haga pensar que ya no tengo que seguir esperando con impaciencia a que las horas regresen a mí. algo así como el jazz pero no y da lo mismo porque todo siempre queda como una mordida, y no para, y no para. como una asfixia, como un tiburón cuando deja de nadar.