- Ven, acércate – le dice con una disimulada sonrisa – te lo voy a complicar un poco – le advierte con un tono suave y un dejo de desafío.
Él toma su mano y se aproxima a sus ojos… siempre es como si ambos pares de ojos estuviesen unidos por una fuerza magnética… la mirada queda suspendida entre los extremos de los hilos que ataron sus vidas, y Francisca vuelve a pronunciar palabras, habla con cierta disminución de la atención, algo casi imperceptible y momentáneo… inevitable con tanto cariño en el pecho.
- Dame un beso… no, no… no he terminado – Marcos toma distancia y la escucha con interés – dame un beso que me diga cuánto me quieres… sé preciso, deja que tus labios hablen por tu corazón, sería en verdad maravilloso sentir como te guías absolutamente por él… no te pases ni te quedes ¿si?, sé preciso, amor…
- ¿Qué pasa linda… dudas que te quiero?... vamos, mírame a los ojos…
- Sabes que no es así – dice acariciando el dorso de su mano… esa mano estaba olvidada en medio de esa conversación de palabras y miradas – tan sólo quiero saber cómo besa tu corazón.
Una sonrisa recorrió centelleante sus rostros y Marcos aprieta la mano de Francisca dentro de la suya y le da un beso largo y suave que se torna cada vez más apasionado… aún a un centímetro de su cara ella inquiere:
- ¿Ese fue cierto?... guau…
- ¿Quién dijo que era ese? – le sonrió – sólo quería besarte y ese va por el intento frustrado de recién.
Francisca ríe.
- Y entonces… ¿cómo besa tu corazón?
Los ojos de mujer enamorada delatan a veces su cansancio, y Francisca estaba luchando por seguir atenta a todos los gestos y palabras de su amor. Marcos la toma en sus brazos, la mece, la besa en la frente y la observa dormirse lenta, muy lentamente, preocupado de guardar su calor, de susurrarle una canción… y cuando ya sus ojos cerrados siguen oníricos senderos, acaricia su mejilla y le dice:
- Así, amor, así besa mi corazón.
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