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Puesto que, apartemente de ser un Escritor que no había sido nada antes, era un Escritor que no había escrito nada todavía—lo que no es poco común, sobre todo considerando que lo que escriben los Escritores que escriben raramente puede llamarse algo—, decidí revisar las biografías de mis autores favoritos en búsqueda de hábitos de escritura, con el fin de implementar un sistema de escritura que me asegurara la producción automatizada de obras maestras.

Desafortunadamente, me encontré con un número innumerable de variables. ¿De noche y en la cama, como Proust, o de día, en el salón de lectura de la Biblioteca de Londres y con horarios de oficina, como Vargas Llosa? ¿A mano, como Borges, de frente en la máquina de escribir —bueno, en la computadora— como Cortázar, o en una carpeta con anillos que sea más bien como una libreta, o en una libreta que sea casi una carpeta, como Sabato? ¿Una obra a la vez, o de dos en dos, de tres en tres, o de cuatro en cuatro, como Bolaño (que, dicho sea de paso, sigue publicando obras de tres en tres hasta después de fallecido). Y aunque confieso que me tentaba adoptar el sencillo sistema de Faulkner (papel, lápiz, whisky y tabaco), la verdad es que no podía tomar ninguna resolución, y se me pasaban los días sin escribir y sin encontrar mi sistema. Por lo que acudí al Escritor que había sido Ingeniero de Sistemas en busca de ayuda.

—La implementación de un sistema de trabajo —me dijo— no es un proceso per se, sino el compendio de las soluciones a los problemas que se presentan durante la escritura de una obra (lo que en nuestra jerga acostumbramos llamar «Trabajo en progreso», para impresionar a los amigos). Escribe; cuando aparezca un problema, lo solucionas; sigue escribiendo, aplica las soluciones que encontraste a los mismos problemas si vuelven a aparecer, soluciona los nuevos problemas; sigue escribiendo, aplica las soluciones que encontraste a los mismos problemas si vuelven a aparecer, soluciona los nuevos problemas; sigue escribiendo, aplica las soluciones que encontraste a los mismos problemas si vuelven a aparecer, soluciona los nuevos problemas; sigue escribiendo…

—Ya entendí —dije, recordando mis viejos algoritmos—, el proceso es un bucle: hay que iterar n veces hasta que…

—…la obra esté terminada —completó el Escritor que había sido Ingeniero de Sistemas—. Y entonces tendrás la obra y el sistema. Pero ten en cuenta —prosiguió— que cualesquiera que sean los parámetros iniciales de tu sistema, estos deben ser adaptativos, o sea, deben cambiar para adecuarse a tus propias necesidades. La obra y el sistema se retroalimentan.

—La obra y el sistema se retroalimentan —repetí, para no olvidarlo.

—Pero lo que no debes hacer —prosiguió el Escritor que había sido Ingeniero de Sistemas— es dejar de escribir. De día, de noche, en la cama o en la biblioteca, a mano o en la pecé, de una en una o por docena, nunca debes dejar de escribir. La falta de un sistema de escritura no debe impedirte escribir, salvo que esa falta sea un sistema que te sirva de excusa para… no escribir.

Y yo me abochorné, porque siempre a veces he tenido la sensación de que nunca lograré escribir una obra maestra, y tal vez por eso la búsqueda de un sistema sea un sistema para posponer mi fracaso.

—Escribe, escribe siempre, aunque sea sin sistema, y deja de buscarle plumas al huevo —concluyó el Escritor que había sido Ingeniero de Sistemas.

Agradecí los consejos y me despedí, un poco desconsolado porque, aparte de ser un Escritor que no había sido nada antes, con el agravante de ser un Escritor que no había escrito nada todavía, era un Escritor con el peculiar sistema de ser un Escritor sin sistema. Así que mientras resuelvo ese pequeño inconveniente, he decidido adoptar el comprobado sistema faulkneriano, mutatis mutandis. No, porciertamente, el whisky y el tabaco. ¡Salud!

Texto agregado el 01-04-2009, y leído por 187 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-04-2009 Debo decirte que, habiendo en puesto en práctica el plan propuesto en tus líneas, he llenado hojas hermosamente construídas pero que no tienen ningún valor literario. En este mismo instante el fuego está dando cuenta de ellas, por fortuna. Creo que a tu amigo ingeniero se le olvidó un ingrediente al foirmular la receta: el talento. Buen intento, pero no alcanza. Salú. leobrizuela
01-04-2009 Salud y buena fumada.Me convidas mientras yo encuentro mi sistema jaja. ESta genial.No sabia lo del huevo con plamas ahora se me complica aun mas el dilema del huevo y la gallina.Al final vine a disfrutar y me diste trabajo JAJa.********* shosha
 
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