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Se moría la noche y la lluvia la cubría con sus lágrimas; los recuerdos de la segunda aventura atormento al hombre que osa despertarse a media noche para revivir lo que sintió en la penumbra, bañada de nervios de hierro, de valentía y amor.

Andrés se levanto el sábado pensando en el rostro de Karen, el cual había visto la noche anterior; sus sueños giraron alrededor de la mujer que lo hace temblar de miedo. El viernes había terminado bien pues él había conseguido el dinero que necesitaba para ir a verla al día siguiente; pero algo que no esperaba era la llamada de ella; el teléfono sonó mientras se dirigía a la rutina de todos los días en el Gimnasio; iba en la moto y paro al oír sonar el celular, el numero era desconocido para él, sin embargo contesto y escucho del otro lado la voz de aquella doncella de las tinieblas, así la llamaba. Hablaron por veinte minutos y era una conversación interesante; ella le pidió un favor: llevarle un producto de los que él vende en su negocio; complacido acepto, pues con tal de verla esa noche así fuese por un instante aceptaría incluso ir a recogerla hasta donde ella viviese, pues Andrés sabia que Karen vivía en un pueblo a las afueras de su ciudad, llamado Yumbo.

Al terminar la rutina se dirigió hacia su casa y espero a que llegara la hora acordada para encontrarse, sin embargo al llegar a su trabajo no la encontró; él tomo la moto y salió relajado a comer algo, pues le había entrado las ganas de comerse una hamburguesa. La llamo para saber que le había pasado y le dijo que ya había salido para el lugar de trabajo y que a las once llegaría.

Mientras ella llegaba Andrés se tomo un tiempo para andar solo, se dirigió hasta las afueras de la ciudad, casi hasta llegar a Yumbo; lo hizo por curiosidad, ademas a él le gusta mucho pasear. Mientras hacía esto se paso el tiempo y se devolvió despacio hasta llegar de nuevo al trabajo de Karen; cuando llego eran las once y cuarto de la noche, y ella llego casi al mismo tiempo que él. Su atuendo era diferente al del trabajo, una falda de jean y una blusa blanca escotada muy linda; su cabello brillaba esa noche como un sol, y sus ojos eran dos astros que no dejaron de mirarle cuando entro a saludarla; su respiración empezó a hacerse más pesada, sentía unos nervios del carajo, y se resigno a darle lo que él había hecho para ella, un pequeño poema carta y el encargo que ella le hizo.

Hablaron por un corto tiempo y al final la despedida fue maravillosa para él; uno de los besos más sensuales se prolongo entre sus labios pegados de forma tan provocativa que le quito los nervios y lo mando al paraíso; un adiós y un hasta mañana fue lo que anticipo al nuevo día.

El día siguiente Andrés emprendió su salida al trabajo con los sentimientos agotados entregándoselos a ella en sus sueños; las ansias estuvieron presentes toda la mañana, la tarde, y al caer ésta sus entrañas estaban tan destirpadas por el deseo que no le quedaba más que los nervios de su piel. Andrés sabía lo que iba acontecer aquella noche, pero lo tomo con calma hasta que llegará el momento de verse a solas con ella. Esperó la salida del negocio, se fue a su casa para bañarse y esperar a salir a la media noche dado a que ella siempre llega tarde a trabajar.

Cuando llego el momento de partir, su amor se hizo más intenso, no creía haberse enamorado de mujer tan especial como ella. Salió de la casa, abordo un taxi y se dirigió hacia la casa donde trabajaba; cuando llego lo recibieron aquellos hombres que se encargan de vigilar todos los movimientos de estas mujeres de las tinieblas. Se sentó en un sillón viejo, dentro de una habitación con luces de neón que hacían del ambiente un lugar fervoroso; en el centro había una barra donde aquellas doncellas bailan para deleitar a sus visitantes.

Andrés espero a que ella fuera a saludarlo; bajo y lo saludo con pico en la mejilla y sentio un olor diferente, llevaba la esencia de una loción de hombre que no le pareció mala, sin embargo esperaba la misma de aquella otra noche que estuvo junto a sus brazos. Empezaron a conversar de asuntos de la vida que sólo les incumbían a los dos. Él pidió una caneca de aguardiente para tomársela con ella, y así se pasó toda la noche, tomando las pocas copas que les brindaba esa caneca hasta que llenara al cuerpo con un ardor insaciable, pero como de costumbre el de él no reaccionaba de igual forma que el de ella… la noche fue perfecta hasta que esa a ella le toco realizar un baile para dos mocosos que le hicieron reír por sus inexpertos sentimientos y su poca vida; aunque la edad de Andrés no fuese muy larga, tiene más recorrido en cuestiones mundanas y divinas.

Subió con ella a un cuarto cuando dieron 1:30 pm y la caneca se hubia terminado; éste tenía dos camas, ellos dos se acostaron en una cama doble y no hubo esa noche nada que lamentarse, sólo hubieron palabras que dejaban entrever el amor de Andrés por Karen; pero ella pretendía saciar una sed de sexo dando una excusa boba, ella decia que cuando dos personas se gustan deben entregarse para calmar sus necesidades más humanas; pero para él sus ganas más humanas van más allá de los límites de lo material, son sus ganas de ganar el corazón de esa mujer que lo hace suspirar cada vez que la piensa, son sus ganas las de acariciarla junto al viento en una colina acolchonada, en una noche sin nubes y con poca luz, con estrellas lejanas que titilen como luciérnagas y un montón de besos apasionados. Son sus ganas hacer el amor con ella, y no tener sólo sexo; es un poco irreal pensar en eso con Karen, por eso sólo es una ilusión.

Texto agregado el 31-03-2009, y leído por 239 visitantes. (0 votos)


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