Es el pesebre del dolor ajeno a todo mal. Niños de todo el mundo comiendo el cáncer del carbón aglutinado en pares de faldas recogidas a la rodilla infiltrada de amor. Borra este espacio ahora y di te quiero pero no te quedes a mi lado jaguar de ojos taciturnos, cuervo del olvido estrellado cada día en el espejo manantial de críticas desnudas: la estría, la arruga. Dame la piedad que necesito para no seguir matando hormigas, apiádate de mi pie esclavo cargador del peso y la plata en un vaso de cerveza caliente salida del riñón diabético más tierno que haya segregado jamás, latente como la muerte parpadeando como la razón está el semáforo en amarillo: ¡PRECAUCIÓN! Escritor cruzando la avenida de la inconciencia.

El espacio que encuentro entre las comas me deja ver el lugar único dónde descansan por fin los pulmones negros de hollín, congregación de vientos y olores terrestres, locas rocas de colores perennes así cómo esta idea que se quedará para siempre, tal vez un hombre diferente la saque del capullo pero la esencia del polvo primario seguirá siendo el mismo barro y la misma costilla… ¡la piel! Esa si se verá con mejor nitidez y contraste pero será sólo un vidrio con un grado de burla, los vidrios nos harán creer en la vida falaz pero si te volteas un poco y das tres saltos atajando al padre el hijo y el espíritu santo verás como yo el espacio y la cadena ilimitada creando ilusiones en la escuela del llanto profundo, sino ¿cómo crees que se llenó el mar?

Los días nacen sucios, porque no hay padre que se dedique a bautizar los días de petróleo y gas embotellado en pastillas que quitan la locura y la estupidez contradiciendo paradigmas y creando fuerzas en masa de niños que aprenden la primera sangre en 21´´ llenas de colores y megapixeles. Saborear el día nocturno ese que las nubes de polvo ensucian y calman a la gente obligándola a acordarse del tamaño de su valor hecho planta, valor hecho tierra infértil cementerio de mamíferos sin mamas, sin mamás, hay mamá, repitiendo el acto a priori de la creación sólo estás siendo la culpable del temblor, con esa necesidad siempre oportuna que acompaña a la reproducción, creas y destruyes al mundo todos los días pucha, sólo tú ventana y puerta al tiempo de placer y llanto, vertiginosa como dejar caer una moneda en el estómago de un gato. Vamos entonces que la erección empieza.