Mi Amado Dolor de Cabeza:
Te escribo sentada en el comedor de esta casa en altura, la que una vez dijiste que ya no te sentías ajeno en ella… Y es que el sentido de pertenencia lo da la gente, no los lugares.
Pensando un poco y no necesariamente siendo muy ilustrado, te puedes dar cuenta que miento en este instante para decir “No te amo, no te quiero, ni me importas”, aunque mis ojos y mi corazón te buscan y te ven en cada mequetrefe que pasa, aunque es tu voz la que siento cada vez que algún tipo quiere decir algo para que yo lo oiga, hombre con ojos de niño, quisiera reunir el coraje para enfrentarte y decirte a la cara que… He decidido renunciar a ti (amándote). Te amo, es cierto, pero no soy quien para amarrarte ni para darte la molestia de hacértelo saber cada vez que puedo.
Yo te amo, yo me enamoré de ti cuando era chica y lejos de abandonar a ese sentimiento ha ido creciendo conmigo, yo te amo mucho, mucho… y es problema mío, no tengo porqué achacártelo.
Renuncio, Guillermo (lado no malo de Memo), renuncio te digo, Memo, a decirte que te quiero como a nadie en la vida creí poder amar, renuncio a hacerte saber nuevamente eso que tu corazón sabe desde hace más tiempo del que recuerdas que lo usas. Te juro que le pido a Dios que aniquile este sentimiento que ha crecido junto conmigo, a lo largo de mi vida, es un amor lindo, puro y bueno, que a pesar de todo lo bueno que pueda ser, a mi me duele.
Quizás sea malo para mi pero cada vez que puedo veo nuestras fotos, a pesar de todo lo que debíamos pasar para vernos, nunca creí que nos podíamos haber visto tan felices. Yo miro nuestras fotos, te brillan los ojitos de niño que aún alberga tu cuerpo de hombre, ojitos de niño: ilusionados, brillantes, enamorados, con ganas de seguir en el disfrute efímero y eterno de mi compañía, los instantes eran tan preciosos y tan cortos; yo también me veo feliz, muy feliz, incluso el estar contigo me hacía ver linda.
Tristemente, debo decir que los recuerdos, cada vez se vuelven más borrosos, las palabras que pronunciaste cerca de mi cada vez se vuelven menos nítidas… se van borrando. Yo me sentía tan completa contigo, tan plena tan feliz, que incluso eso me duele que se haya ido borrando.
El día de la despedida: me vine a Valparaíso el doce de septiembre de 2005, esa noche fue llena de sentimientos encontrados y de lágrimas desmesuradas, algo dentro de nosotros premonitoriamente susurraba “Esta es la última vez”. Luego todo se desencadenó para tener el trágico final que Walt Disney suprimiría y escribiría en letras lindas “Y vivieron felices para siempre…”
Lo más horrible de todo es que mi cabeza se llena de esas frases melancólicas que atacan cada vez más a menudo “Que hubiera sido si…”, “Y si él y yo…”, “Y si hubiésemos estado esperando un cachorro de humano…”, “Y ahora que estaríamos haciendo…” Y luego aparece entrometida, tajante y dolorosa la frase de una mujer que se llama Soraya y le ganó al cáncer: “¿Cómo sería?, ¿Qué hubiera sido de mi si ese día no te hubiera dejado partir?, ¿Cómo sería: besar tus labios cada amanecer; poder perderme cada noche en tu querer?...” (Quedarse es una forma de partir)… Dos “Te Odio” más un “Me Odio” por cinco “Te Amo”… Así me llevo.
Samba pa ti: confabulación de los medios de comunicación radial cuando quiero no pensar en ti y solo consigo tragar lágrimas, visita inesperada que no falta, cuan violín, cada vez que invades mi mente. Pensándolo bien, siento que Samba pa ti es nuestra canción. Aún siento como me recorre entera el escalofrío y el temblor de cada uno de nuestros acordes, tal como esa noche en que los besos fueron más que inmensos, sino eternos, en que los besos venían desde lo más hondo de cada uno, donde verdaderamente aprendimos el significado empírico de la palabra “Intenso”. Una mixtificacion de piel, alma, instinto, vida, inmensidad, todo.
Siento que en cada beso que recibiste de mi había más que amor, más que la pasión del momento en que el beso dura, cuántas veces no te dije que nunca son suficientes los besos que quiero darte. Te cuento que tú para mi eras todo en un beso… Cabizbaja te digo que aún lo eres…
Y ¿qué pasó? Simplemente se acabó. Como una sentencia firme o ejecutoriada que no tiene derecho a ser apelada, me quede ahí impávida, viendo como pasaba todo alrededor y yo sin poder hacer nada. Cuando pude reaccionar, y conciente de que se acabó, me las ingenié de mil maneras para que no se te olvidara cuánto te amo. Yo no puedo dejar de amarte, y créeme que lo he intentado mucho.
Mi amor por ti, para ti, me ha convencido seriamente de que debo dejarte ir. Renunciar al verdadero amor de mi vida y callar este amor que quiero gritarle al mundo, debo guardar silencio y no volver a hablar más, nunca más, de lo mucho que me duele haberte perdido porque ese amor me convenció que debo dejarte ir.
De mi boca no saldrá palabra alguna, nunca más, por lo menos sobre este tema, salvo que sea yo dueña de respuestas y tú artífice de preguntas, te advierto eso sí, que trataré de mantenerme lo más fiel posible a mi Renuncia. Y aunque me preguntes si aún te quiero, mi boca será entrenada para decirte que NO… Si una lágrima escapa, es por que puede llegar a doler el ser consecuente, dejando de lado al corazón.
Debo renunciar a ti y callar mi amor para siempre. A pesar de ello, aquí permanecerá mi amor para ti, por si algún día todo falla y necesitas un abrazo desde adentro, créeme que nunca te negaría un abrazo exento de preguntas, sólo di que no quieres preguntas y no las tendrás. “Sin embargo recuerda que yo estaré aquí en el mismo lugar y si sólo tienes ganas de hablar con gusto escucharé (…) Claro que sé perder, claro que sé perder…” He decidido tragar mis palabras, mi amor y mis lágrimas: mis palabras y mi amor serán guardados en una caja de lata en que venían galletas, y aunque en el fondo quiero volar a tus brazos, sin pensar en nada más que sentirte respirar en mi cuello, emborracharme con el olor de tu pelo y sentir que tus brazos me aprisionan la cintura fuertemente, tal como lo hice el domingo aquel en que fuiste víctima de la delincuencia y también víctima de la burocracia de nuestro sistema de justicia (que por cierto olvida eso tan lindo que nos enseñan en las Escuelas de Derecho de “la paz social como fin último y el restablecimiento del estado de cosas existentes antes de la comisión del hecho ilícito”).
Quiero poder hacer eso, sin temor: volar a tus brazos a refugiarme en tu pecho, sentirte respirar tranquilo y acomodarme cerca de tu corazón, pero seré consecuente y lo haré, aunque me duela, es una promesa. Sabes algo, despertarme con el pelo todo enmarañado de tantas caricias, de tanto amor, era un verdadero placer: ojitos adormilados, toda chascona, desnuda y un beso para despertarme sobre tu pecho. Sólo esa idea, es lo que para mí en algún momento fue el tiempo más feliz de mi vida, del cual tú, Guillermo, fuiste el artífice, tramoya y protagonista. Luego era dejarte en la cama todo dormilón para ponerme pijama e ir a preparar un desayuno compartido.
Echo de menos eso, la forma hermosa en que tus ojos de niño me veían, ojos de niño enamorado y amante: mío, mío, mío. “Sin embargo esperaba que te quedaras, pero el agua hay que dejarla correr (…) Seré un buen perdedor” Todas las noches sueño con eso, tus caricias y la tremenda sensación de paz que me daba despertarme para mirarte dormir y no aguantar más las ganas de atacarte con una jauría de besos enamorados y felices… a veces te despertabas, a veces te hacías el dormido, a veces derechamente no despertabas y cuando eso pasaba y yo me quedaba dormida, eras tú quien no me quería dejar dormir con tantos besos, cosquillas y regaloneos interminables.
Te amé, hombre, te amé: con una fuerza que no creí podía haber en mí. En ese tiempo era el todo por el todo, los dos contra el mundo. Y aunque te extrañé con propiedad y sufrí como condenada, fue el tiempo más feliz de mi vida: me sentía tan tuya y te sabía tan mío que, es cierto, cada vez que yo me venia a Valparaíso en el bus sentía que de golpe y porrazo me arrancaban la mitad de mi, esa mitad que me faltaba eras tú, dueño de mis sueños, cada vez que te quedabas en Santiago (y tú también sentías eso).
Cómo me duele que quedarse también sea una forma de partir… Porque tú me dejaste partir de tu lado y también yo debí dejarte partir a ti. El día en que llegaste tan tarde a mi casa en Valparaíso (o será mejor decir “esa hermosa madrugada de suave lluvia”) fue inspiradoramente hermoso ver tu cara iluminada con tanta velita, con tantos besos… Creo que cuando las cosas son tan bellas y tan perfectas debe aparecer la nefasta hecatombe con aires de maldición que todo lo destroza y que todo lo destruye.
Y así fue, tragedia y nuestra: “Ayudándote a sentir”. Estés donde estés, te ruego, y con quien estés, no quisiera que me olvidaras, por favor.
Yo, a veces quiero olvidarte, borrarte de mi mente y sacarte de mi corazón, aunque eso me haga borrar gran parte de mi vida y de mi pasado o me haga ser una mujer sin corazón.
Quisiera saberme liberada de todo esto, desaparecer verdaderamente. Pero cuando quiero olvidarte y reacciono dándome cuenta que eso es imposible, sólo quiero volver a ser parte de ti, solo una parte ínfima o una que odias… No una parte indiferente, no sabes cómo duele la indiferencia.
Prefiero ser odiada o sentirme insignificante. Me importa que tú no me quieras, pero puedo vivir con ello, solo quiero que vuelvas a confiar. Yo puedo quererte en silencio y tener la posibilidad de sentir y haber sentido este amor, todo ello me basta para saber que mi vida tuvo un norte y que si Dios es lo suficientemente generoso, me podrá hacer olvidar lo que conlleva esto: las lágrimas y lo mucho que duele; y quizás con ello sentir paz Renuncio, Guillermo a seguir haciéndote saber amado por mi.
Para ti sé que quizás soy una molestia ahora, pero te recuerdo que esos ojitos tuyos se ilusionaron pensando en que yo, bolsita de defectos, podía ser tu inspiración, tu fuerza y tu paz. Yo te perdí: no tienes idea de cuanto me duele eso.
En verdad hubiese preferido morir para no conocer el dolor de tu ausencia en todo aspecto, para no conocer tu desprecio, pues tú ni siquiera quieres hablar conmigo, te amo hombre y solo quieres hacer desaparecer eso. (Tú también viviste lo que yo, y puedo jurar con sangre que a ti también te hizo feliz en su momento.)
Yo también he intentado suprimirte de mi mente, pero mi corazón es tan terco como tú cuando se te mete una idea entre ceja y ceja, y más me duele el corazón de saberte lejos.
Lo que haré: Renuncio a seguir haciéndote saber cómo me dueles y cómo me penan tus besos y tus caricias (yo sé perder), me confortaré sólo con la idea de soñarte y pensar en ti, mas de mi boca no volverá a salir palabra ninguna de amor, a no ser que me preguntes. Y contestaré de conformidad a mi renuncia, y aunque quiera (tú me conoces a mi y eso me impide ocultarte cualquier cosa, pues tienes ese don de desnudarme el alma con una mirada de reojo) mi boca adiestrada pronunciará un frío “No te quiero (con gusto a te amo)”y como me conoces tanto verás mis ojos, ellos me traicionarán a mi, pero no a ti y me delatarán pues cuando el corazón ama los ojos buscan modos para gritarlo aunque la boca sea adiestrada para negar el amor que vive dentro de quien debe callar.
¡Maldito Orgullo! Tus oidos escucharán un frío “No te quiero” me verás a los ojos y sabrás que mentiré. Mi alma suspirará intentando gritarle a tu alma que no me escuches decirte que no te quiero, porque yo, en verdad te amo y esa es la cruz que cargo.
Mis labios dirán que te odio, que no significas nada para mí, que tú eres una verdadera molestia y no podré abrir los ojos porque sentiré que me vuelvo de cristal y me parto en dos fragmentos grandes y miles pequeños, me desarmas y lo sabes. ¿Te acomoda este acuerdo, Guillermo H. Lucero Marín?
Vendrá un entrometido suspiro con un triste acento a “entre paréntesis te amo”y me quedaré allí sublime, volátil, desenmascarada, desnuda de alma, descubierta en mi verdad – la que conoces mejor que a tu cara y mejor que a tus ideas.- Mi interior se desgarrará y me dolerá el cuerpo por no abrazarte, el corazón se retorcerá hasta hacerme sacar lágrimas espesas y cerraré los ojos para congelarlas y usarlas mucho después, cuando no puedas verme… No quiero que me veas llorar, porque por más que llore te irás, sé que te irás y no podrás llevarme contigo ni podrás quedarte conmigo: te irás y no tendré modo de evitarlo y me quedaré, sintiendo que esa es otra forma de partir… Me iré quedándome aquí, partiré para siempre de tu lado al dejarte subir al bus que te devolverá a tu ciudad y me quedaré aquí, con el sabor amargo de la mentira que se dice a alguien por quien se sienten tantas cosas y deben callarse,
¡Maldito Orgullo! Y tal vez, sólo tal vez, sentiré que te perdí “para siempre”, de nuevo… Ojalá que sea el capítulo final, lo malo de las historias de amor es que a veces no son historias de ficción y duelen… Yo creía en los finales felices, pero siento que ya no existen, ni siquiera eso me ilusiona y es que ya no quiero ni merezco vivir de ilusiones.
Últimamente, me han planteado que a lo mejor estoy mala de la cabeza, quizás lo estoy, aunque tal vez aún estoy enamorada, lo que es peor, porque para ello no hay cura.
Sin embargo, Renuncio. |