Tenía hambre. Vendí mi fé. Cansada de añorarte en mis desahuciadas horas, te maldije por haberme abandonado sobre la cornisa de mi ventana. No tenía alas, tampoco infancia. Nunca dibujé una casa junto a un árbol. Calcé tacones. Fui mujer, pero no hallé jamás un hogar como el de tus brazos. Tenía miedo. Vendí mi sueño, para no quedarme sola…
Texto agregado el 30-03-2009, y leído por 297 visitantes. (14 votos)