Infinito
Caminos cruzados.
Chocolate y vainilla, café y tabaco.
El polvo de los pueblos viejos, y a lo lejos la melancolía de un bandoneón.
Historias contadas a susurros, por el viento salado de un desierto desesperado.
Tomates y cebollas.
Mujeres cansadas y esposos desaparecidos.
Ira y dolor como tequila y limón.
Guitarras sonoras, carcajadas de locura.
Humo y carbón, carbón y sudor.
Mineros enterrados en un infierno de injusticias.
Las estrellas no son más, que espectadores burlones.
Esperanza en los ojos de nuestros niños enfermos de pobreza.
Rostros sombríos de ojos rojizos.
Somos pueblos perdidos, náufragos en la búsqueda de amaneceres más brillantes.
Somos libros convertidos en ceniza, letras tiradas al mar.
Los gritos de un mar furioso, los lamentos de un río agonizante.
La calma que sigue de la tormenta.
Flores exóticas llenas de rocío al amanecer, lleno de fragancias multicolor.
Pueblos dormidos en la inmaculada noche.
Pisadas de niños descalzos sobre la alfombra arenosa de costas doradas.
Lluvia que refresca las gargantas de las iglesias, que cantan esperanzadas.
Himnos solemnes parodiados por nuestros niños, mientras lavan sus rostros por la mañana.
Las sombras temerosas de palmeras, vacías de frutos, contemplando sueños de perros hambrientos.
Día y noche, luz y sombra, vida y muerte, felicidad y tristeza.
Ciclos interminables, jornadas mas largas, salarios mas cortos.
Noches de cerveza y tabaco, días de trabajo y sudor.
Esta tierra morena, de oscura belleza, donde la muerte es el estilo de vida.
Esta tierra, negra por las noches, donde al nacer se muere lentamente y se vive intensamente.
Esta tierra dorada, donde nuestros niños son las semillas más preciadas.
Estos niños que pronto se pondrán nuestras botas y nuestros overoles.
Estos niños que ahora juegan y que duermen mirando al cielo, son los mismos que nos verán morir, y con esas mismas manitas, nos regresaran a la más sincera comunión con nuestra nación, volver al abrazo de esta bendita tierra, y comenzar, por fin, el sueño infinito.
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