De pie en el mirador, una vista al fondo del hoyo, vegetación, panorámica majestuosidad. Tres o cinco minutos, un breve tiempo para tan amplio espacio, hasta donde me alcanza la mirada, un denso e inmenso bosque de bonsái. Me toca la brisa y estoy suspendido, lejano y jamás tan cerca de la tierra.
Que éter produce los verdes que veo a lo lejos, será el pincel de Camille, que dio luz a tanto verdor difuminado en fallas geológica que acierta en recursos paisajístico y se hace inolvidable.
Los aborígenes alzados y los negros sublevados, se escuchan en el Sur del Paraíso, San Rafael y Enriquillo, presagiando llegar a Oviedo y bifurcarse por la ruta de Aceitillar a Pelempito, antes de llegar a Pedernales.
El Sur de las indefiniciones, y la diversidad, de bosques de pino, latifoliado y seco en el mismo ecosistema de la zona. Región experta en apropiarse de sueños e ilusiones, un motivo más para volver; a ver iguanas, cotorras y pericos; chiquí, maroita canosa y ciguita aliblanca y, que no falten las dos putas que sugirió un amigo poeta.
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