En Un Rincón de su Mente
Decidió tomarse un descanso después de haber escrito por un lapso de tres horas sin pararse de su silla. Fue a la cocina a prepararse un café y cuando regresó vio que su computador se había bajado del escritorio y caminaba hacia el. Lo esquivó rápidamente y salió por la puerta por la que había salido hacía un par de minutos y ahora regresaba para continuar con su escrito.
Como el computador había decidido salir, Domingo prefirió sentarse en el sofá en lugar de la silla frente a su escritorio. Prendió la lámpara para hojear unas revistas que había acumulado en las últimas semanas y se acomodó un poco mas. Al cabo de unos minutos la lámpara empezó a escalar por la pared dirigiéndose lentamente, pero sin descanso, hacia la bombilla que iluminaba toda la oficina. Se perturbó por un momento al ver la disputa en la que se enfrentaban la lampara y la bombilla, pero decidió ignorarlas.
Pensó en ese momento que su tamaño actual no le era favorable así que decidió volverse pequeño, del tamaño de una botella o un frasco de mermelada. Ya en el piso corrió hacia la puerta pero tuvo trabajo al salir ya que la había ajustado un poco hacía unos minutos al entrar. Con mucho esfuerzo logró empujar la ahora gigante puerta y salió hacia el pasillo. Escaló la colección de discos compactos y se escondió entre los de Calamaro. Sintió que allí estaría más cómodo -al menos por un rato. Al cabo de unos minutos una mosca que había adquirido proporciones inimaginables se acercó a el, lo que le obligó a dejar su escondite y aventurarse hacia otros rumbos. Se encontró en el camino con Stravinski pero le pareció que su vulnerabilidad en ese momento no le permitiría quedarse allí mas de un par de minutos. Miró a lo lejos y vio una serie de Requiems que si bien en otro momento lo habían cautivado ahora se le hacían tenebrosos. Colecciones de sinfonías, misas, y orquestas de cámara lo atemorizaron casi tanto como los Requiems, así que saltó al vacío. En ese momento pudo ver no las imágenes de su vida -cómo comentan quienes han estado cerca a la muerte- sino los sonidos que lo habían acompañado -digamos- desde que tenía uso de razón.
Decidió taparse los oídos para no verlos más, pero no podía sacarse de la cabeza la "Gran Fuga" y las imágenes de las notas que la acompañaban. "Esto ya lo escuché mañana", pensó. Entonces sintió que quería llorar; no sabía si de desesperación, tristeza, rabia o locura. Pensó que no tenía sentido seguir huyendo, pero se sintió feliz por tener un espacio de su mente en el que siempre podría esconderse. La mosca gigante se le acercó de nuevo y ahora su decisión fue correr hacia un estante de libros. Encontró filosofía alemana, teoría política, literatura latinoamericana, tragedias griegas y de nuevo se volvió a tranquilizar. Pensar que la historia realmente tuviese un sentido era una idea que siempre encontraba reconfortante; periódicamente volvía a Hegel para tratar de entender un poco más los detalles y a partir de ahí podría tomar cualquier rumbo; Homero y Bolaño habían sido algunos de sus paraderos una vez iniciada esa ruta.
Se quedó en el mueble de libros un par de horas. Creyó haber dormido pero no podría asegurarlo. Se dio cuenta que dentro de poco empezaría a amanecer y por ningún motivo podía dejarse ver en su estado actual; debería volver a su tamaño natural tan pronto como fuera posible. Así que se dirigió nuevamente a la cocina, esta vez mucho mas lejana a causa de su reducido tamaño. Escaló una pequeña mesa donde solía dejar restos de comida y bebidas, y tan pronto alcanzar su objetivo decidió descansar. Se sentó al borde de un vaso que contenía un poco de agua tal vez de la cena de la noche anterior y decidió remojarse los pies en el. Tomó un poco de agua con las manos y se lavó la cara. Era este el momento de volver a su tamaño original. Cerró los ojos y al abrirlos se vio sentado al borde de la mesa. Dio un pequeño brinco y se sorprendió de ver como era todo de diferente a como había sido durante las últimas horas. Se sintió cómodo, fuerte, capaz. La mosca, ahora de un tamaño insignificante desde su punto de vista, volvió a donde el y con un manotazo logró espantarla. Sin embargo, su permanente zumbido no dejaba de molestarle. Esta vez no tuvo que esconderse; de nuevo un manotazo o el movimiento de un trapo eran suficientes para lograr callarla, así fuera por unos segundos.
Volvió a su oficina y encontró el computador y la lámpara en orden. Notó que esta última había salido un poco malherida de su pelea con la bombilla. No le importó. Volvió a ver a la mosca y pensó nuevamente que ahora no tendría que esconderse; la idea de ser suficientemente grande como para evitar la incomodidad que esta le había generado en las últimas horas le rondaba en la cabeza.
Entonces se sentó en el sofá y añoró tener que esconderse; añoró, por tanto, volver al tamaño que tenía. Sabía que esto no pasaría hasta dentro de dos semanas. Al asomarse a la ventana vio cómo se aclaraba el día. Era hora de prepararse para salir a trabajar. |