Me levanté y aseguré bien la puerta del baño. Esperé unos minutos para ver el resultado, 3 minutos, pero desde el primero ya sabía cual sería la respuesta.
Dos rayas rojas donde solo debía haber una. Positivo.
Me fui al faro a pensar, que pasaría, como sería el futuro, como le diría a mis padres, como lo aceptaría yo misma.
Más de nueve meses ya pasaron desde ese día. Y muchas cosas han cambiado. Hoy es un lunes por la tarde, mi hija tiene casi 1 mes, y yo soy madre soltera. No me miento, yo sabía desde que me enteré que la tenía en mi vientre, como acabaría todo.
Escucho unos ruidos enternecedores. Como si quisieran decirme algo pero no pueden. Miro a mi derecha. Es mi hija tratando de llamar mi atención para que la saque de su cuna y juegue con ella. Tiene hipo, está calmada dentro de todo, pero no se cuanto dure esto. Tiene intolerancia a la lactosa y esto le causa mucho malestar y gases. Se pasa gran parte del día llorando y retorciéndose de dolor. Estamos (mi doctor y yo ) tratando de que siga tomando mi leche, por que es lo mejor para ella, pero si en una semana no mejora con los medicamentos, tendré que dejar de darle pecho.
Volteo a mirarla nuevamente, es hermosa. Ayer la rapé. Su pelo cada vez se paraba mas, a pesar de que había nacido con el pelo muy lacio y dócil.
-LLORA- (con hipo igual)
Volteo a mirarla, la levanto, le canto. No hay mucho que pueda hacer la verdad ya que su malestar no se calma, la abrazo y la mezo hasta que se duerme y con una mirada angelical me promete que despertará en 5 minutos pidiéndome que la cargue nuevamente.
Durante mi embarazo seguí estudiando arte, pero ya no fui los últimos meses debido a que tenía contracciones y tuve que mantener reposo en cama por que tenía amenaza de parto prematuro. A pesar de esto, terminé los dos primeros ciclos.
A veces retrocedo, demasiado, pensando que hubiera pasado si no le hubiera hablado aquel día, que hubiera pasado si hubiera decidido estudiar filosofía en vez de arte, que hubiera pasado si hubiera seguido otro camino. Pero la verdad es que cuando regreso al ahora y veo a sus ojos achinados de un color azul marino, casi imposible, no me arrepiento de nada, solo de no poder darle todo lo que se merece.
Llora nuevamente, se abraza a mi pecho aferrándose a él con sus uñas, tan fuerte que me hace algo de daño, pero si esto ayuda a su dolor, que lo haga. Se sonríe mientras mira unos cuadros detrás de mí. ¿Qué pensara tan inocente cabecita? ¿Entenderá acaso todo lo que está pasando? Ojala que no, que sueñe, y se sonría siempre al mirar un cuadro, y nada mas.
Los cólicos vuelven, yo trato de calmarla pero nada parece ayudar, le ofrezco mi pecho. Eso la tranquiliza por un momento. Se aferra a mi polo como para que no la deje ir. No lo haré, nunca.
Ha ensuciado 3 mudas de ropa en 1 hora, y es que no deja de vomitar. Mientras, después de haber vomitado me pide pecho nuevamente, hacer unos riudos hermosos con cada succionada de mi pecho, siento la leche llegar hasta su barriguita. Este es el milagro mas hermoso que podría existir. Su barriguita se va llenando y sus ojos se van cerrando, no sin antes recordarme lo que viene después: La inacabable tarea de botar el chancho. (Recuerdo muy bien, en la primera consulta al pediatra el me dijo muy claro “ Se puede demorar 10 minutos o una hora en botar el chancho, pero no puedes ponerle a dormir sin antes hacerlo por que lo peor son los cólicos de gases ). Mi hija ha hecho esto muy cierto, esperando hasta el último minuto para botar el querido chancho. Pero el que bota, hace que valga la pena la espera.
Son casi las 7 de la noche y ella abre los ojos como si recién despertara. Es un búho, me busca, pero la tengo boca abajo para que bote todo lo que tenía que vomitar. Le hago ver que allí estoy y se tranquiliza un poco. Desde hace unos días fija la mirada, lo hace mas que nada en cuadros, no se por que, tal vez venga otra artista a la familia. Hoy estuvo varios minutos mirando un cuadro que pintó mi abuela de una virgen, y en esos minutos no dejo de reírse.
Le pongo el chupón. Lo agarra, como nunca. La dejo en su cuna, y continúo.
Siempre te dicen que va a ser difícil, pero que van a estar ahí, que te van a ayudar. Que podrás volver a estudiar, salir, pero que será difícil.
Lo que no te dicen es que con cada “ah” de tu hija tú vas a voltear, o despertar preocupada. Que con cada llanto de malestar, tú vas a querer llorar con ella y dejarla buscar apoyo en tus brazos, engreírla aunque te digan que después será más difícil desacostumbrarla. Que después de cada baño, conectándote a ella, después de cada juego, antes de cada lactada, justo antes de ponerla a dormir, la amarás más, y no querrás dejarla. Que si sales, te pasaras la noche pensando en ella. Que si antes pensabas en volver a estudiar, ahora no sabes si podrás dejarla. Aun con toda la ayuda del mundo, lo que uno le da, no se lo da nadie. La vida te cambia y nunca volverá a ser la misma. Hasta llegas a pensar que talvez nunca podrás volver a involucrarte con alguien por que no quieres exponerla.
Es difícil, y es más difícil pensar en todo esto. Pero al verla a los ojos y ver que te sonríe, te reconoce y te ama, nada de esto importa.
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