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Inicio / Cuenteros Locales / setzu / Pablito, el niño cantero

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Todavía no ha salido el sol cuando Pablito Díaz se calza su única sandalia (la otra se le deshizo hace un par de días al borde del camino de regreso y sólo quedó en la cuneta su esqueleto plástico en forma de suela), recoge su mazo y su pico y parte hacía la cantera.
Hoy se demoró y no le ha dado tiempo a tomar su vaso de agua con un pellizco de leche en polvo que le da la ilusión de haber desayunado.
Pablito cojea por el sendero, pero hoy está contento; Su jornada de diez horas esquirlando las piedras que luego adornaran jardines europeos hoy será un poco más corta porqué es nochebuena.
Su mama juntó los pocos pesos que Pablito y sus tres hermanos sacan, a sudor y piedra, de aquella rocosa montaña en la que papà dejó la vida el invierno pasado y fue al mercado a comprar la cena de aquella noche especial.
Hace calor y el pie que lleva desnudo comenzó a sangrar nada mas llegar al pie de la cantera, hace ya cuatro horas.
Golpe a golpe su lucha contra la pared va dando sus frutos, pero a un doloroso precio. Los brazos flacuchos se le agarrotan y en la espalda, cada vértebra rechina cuando alza el tronco para descargar sobre un ripio incontables martillazos,
pero su enjuto y pequeño cuerpo de niño cantero, aprendió hace mucho a no ceder ante el dolor y a comprender que cada mazazo lo acercaba mas al plato de la cena.
Pero al mediodía bajo el sol ardiente del altiplano, a Pablito le dio una repentina flojera, la vista se le nubló y le vino un ataque de tos y arcadas. A cada golpe tosía un cuajarón de sangre que manchaba las blancas esquirlas de piedra que depositaba en un cesto de mimbre.
Al ver aquello, el capataz, entre gritos y pescozones, lo envió a su chabola a reposar, ordenándole que volviera cuando estuviera bien recuperado.
Pablito, enfermo y febril, tomó el camino de vuelta, vomitando, literalmente, el alma a cada paso.
Jamás cubrió lo seis kilómetros que le llevaban a su hogar. Jamás llegó a probar la gallina y el maíz que la madre compró para él y sus hermanos.
Pablito, se desplomó en un recodo de la senda; murió unos cientos de metros antes de llegar al punto del camino en el que si miramos hacía el suelo, veremos una suela de zapatilla.

Texto agregado el 26-03-2009, y leído por 137 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-04-2009 Mutilar las oportunidades siempre sará un acto grotesco. Cuando éstos se hacen sobre los niños, realmente se convierten en crímenes. Pablito no debía estar trabajando sino estudiando. Quzá personitas como él, llenas de experiencia, una vez instruídas podrían cambiar la conciencia de los hombres del mañana. Cox
 
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