Un cuarto de hotel, nada especial, solo estaba de paso por el pueblo y no le interesaba el lujo. El cansancio lo estaba superando, era de noche. Tomó el teléfono y llamó a su amada.
Solo unas horas antes había discutido con ella duramente. Le quería pedir perdón.
Las horas que habían transcurrido previamenta habían sido manejando su moto por una ruta desierta, mientras lo hacía pensaba en aquella discusión sin sentido, y se dio cuenta del error que había cometido.
El teléfono sonó cinco veces. Un contestador automático le dio la bienvenida. Llamó al celular de su novia y sucedió lo mismo.
No soportaba el momento que estaba viviendo. Llamó a su mejor amigo, sentía la necesidad de contarle lo que le había sucedido.
Lo atendió de inmediato, era tarde.
- ¿Estabas durmiendo? le preguntó.
- No, no, solo estaba leyendo un libro. ¿Te pasa algo?
Antes de poder comenzar a contarle su desgracia escuchó una voz de mujer inconfundible a sus oídos que dijo susurrando:
-¿Quién te molesta a esta hora?
Antes de colgar tan solo dijo:
-No me pasa nada, y dile, por favor, que era yo el que llamaba.

A la mañana siguiente un policía encontró la moto abandonada en la ruta.
A él, no lo encontraron nunca.