EL MAYOR MENOR PUEDE SER MAYOR
“Hice un acuerdo de coexistencia con el tiempo: ni él me persigue, ni yo huyo de él, un día nos encontraremos...”
Mario Lago
La verdad que esto ya me está cansando... porque al final, diga lo que diga, lo mismo me quedo solo en mi pieza, y sin comer... Y pensar que antes se hacía lo que yo quería... de alguna manera los extorsionaba para que me hicieran caso. Pero ahora, por más que me haga el desconsolado no me dejan de maltratar... hasta con mi papá hacía lo que quería... Que la impotencia me agarra y busco a mis amigos para contarles a ver si me dan algún consejo, pero todos se quedan callados (y seguro que apoyados en un palo...) cuando les cuento que hoy también me la dieron. No dicen nada... sien-do que siempre me ayudaron a inventar algo como para seguir dominando a mi familia. Y como no encuentro lo que espero de ellos, los de mi edad, seguro que termino conversando con los mas chi-cos por que son los únicos que me escuchan; claro que cuando me dejan salir, y tampoco les cuento la pura verdad. No puedo decirles cuánto duele que te den con un cinto, tampoco van a entender que lo que me hace llorar no es la hebilla... y que hay días, muchos días, que prefiero morirme... Así que lo que hago es estar con los de siete u ocho, para olvidarme un poco nada más, porque ellos viven riéndose de cualquier cosa...
Antes, cuando todos bailaban si a mí se me antojaba, era bruto y tan burlón... y hasta creo que era malo, porque le pegaba fuerte a mi papá... y ahora entiendo que le debe haber dolido... pero como se quedaba calladito, yo me emperraba más con los cachetazos en la cabeza. Si... seguro que le dolía también y el pobre no decía nada, solo me miraba. Quizás estaba esperando este momen-to...
Entonces no me queda otra que buscar a los chiquitos, porque como yo soy más grande, y sé más que ellos, me viven preguntando. Es cierto que hay días que me cansan y no los oigo. Pero cuando me aburro los busco de nuevo, y ya sé que es para que me pregunten nomás. Digamos que me junto porque a veces me gusta ser importante... Aunque pienso que no sería importante si les cuento de los maltratos, así que solo juego con ellos, como para olvidarme... si hasta me dan ganas como de volver a cuarto grado... no es lo mismo estar con ellos, que desear morirme y dejar de es-tar escuchando todo el tiempo que soy un grano en el culo.
Sin embargo, hoy los busqué para ir a la placita, y a pesar que nunca lo había querido hacer, decidí contarles algo de lo que me pasaba; es que ellos siempre dicen lo que les sale en el momento, y por ahí me decían algo que me sirva... Entonces cuando llegó la hora de que me hicieran rueda les dije chicos, creo que ya no quiero que me traten así en mi familia... para algo estudié... no puede ser que no merezca nada... Así les dije a mis amiguitos.
Si... voy a revelar a todos los chicos del barrio, para que los escuchen y les den lo que se han ganado con su estudio. Aunque si yo tuviera catorce les haría frente y no sería un boludo más que se queda callado... pero no quiero hacerlo ahora porque sino sacan un cinto y me hacen hacer cosas que yo no puedo y después me dejan solo y me tengo que ir a acostar a las ocho. Tengo que callar-me siempre... Pero yo no tengo catorce, y si me la dan pueden quebrarme otra vez... “así que uste-des quédense calladitos”, les dije, porque según parece, hay edades para escuchar, otras para hablar, y las peores, que son para no decir nada...
Entonces, uno de los más astutos se me vino encima, y se arremangó. Me dijo “no te preocupés que a mi me pegan fuerte...” y vi morados sus brazos... esto me puso en un estado de verdadero arrinconamiento. Y como todas las miradas encontraban una respuesta siempre en mi, mi mente se puso como loca: ¡¿podría ayudarlo!?, si en realidad era yo el que necesitaba aquella tarde la opinión de ellos... Entonces lloré sin consuelo... al rato me sequé las lágrimas, y les dije nuevamente: Em-piecen a reclamar, porque algún día pueden vivir queriendo morirse... aunque al final, el que decide cómo y cuándo, es aquel que llaman destino, o Dios; al menos es lo que siempre escuché...
Que aunque no quería, tuve que decirles esto a mis amiguitos. Solo lo hice, porque hoy decidí terminar con esta vieja injusticia... ya no me importa si los de mi edad siguen calladitos, mirando para otro lado apoyándose en un palo, porque también les voy a decir que se revelen, que para algo estudiaron o trabajaron... Porque a mí, me empezaron a faltar el respeto desde el mismo día que me jubilé...
Lucas Daniel
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