EL CAMILO Y LA LOLA
avefenixazul
Todos en el pueblo le decían a Camilo que no valía la pena perder la cabeza por el amor de Lola, él no pensaba así. Le bastaba verla de lejos en las noches, entrando al burdel, para sentir que mil demonios le recorrían bajo la piel tornando su sangre en fuego, no perdía la esperanza de que ella lo quisiera algún día, tampoco perdía la ocasión de mandarle algún regalito que ella devolvía sin abrir. Camilo nunca pensó que perdía el tiempo amándola, aunque fuera la puta más apetecida del pueblo. Le bastó un solo encuentro clandestino en la sacristía para perderse, no le importó perder la castidad ofrecida a Dios, perder la confianza de la gente y hasta perder la reputación de ejemplar obispo que a fuerza de sacrificios se había ganado durante tanto tiempo. Lo único que no podía perder, era el cuerpo de la Lola.
//////
EL PLACER DE PERDER
vetedemi
Quisiera reflexionar sobre el perder en abstracto y el perder fáctico. No podríamos decir, verbigracia, que hemos perdido la esperanza sin que un hecho infortunado nos hubiera ocurrido.
Así, también, se pierde el tiempo cuando hacemos algo que consideramos no vale la pena hacerse. Aunque este descubrimiento muchas veces sea a posteriori.
Establecidas estas correspondencias, nadie mejor que yo para materializar el perder en abstracto. Perder es inherente a mi existencia. Así, basado en la realidad, he llegado a desarrollar una mentalidad perdedora. Porque hay quien, sabiéndose ganador, y si es palermamente ganador, aún más, compite siempre por el primer lugar; yo, de modo inverso, busco el último lugar, con esmero, potenciando mis inhabilidades, alejándome del gusto del lector, para llevar a mi haber otra excelsa derrota.
Un ejemplo fresco, no sólo pretendo perder este concurso –lo que equivaldría a ganarlo en el extraño mundo de ustedes- sino también la reputación, pasando de mal escritor a pésimo.
|