EL VIGÍA

Como en un vuelo de pájaro, ve desde las alturas la pequeña ciudadela amuralla y rodeada por un foso, y descendiendo sobre los techos, planea entre sus calles cruzando sobre la pequeña plazoleta atestada de personas en el improvisado mercado, y baja penetrando en una de las humildes moradas, donde su alegre esposa le sirve el desayuno a los niños. Pero todo se oscurece, y los escucha gritar desesperados. Voraz la noche cubre la ciudadela, sólo iluminada por edificaciones ardiendo y soldados enemigos arrasando sus calles con espadas y antorchas.

“¡No! ¿Cómo pudieron entrar?”

Pero ve el pesado puente levadizo bajo, y sobre su torre, a un enorme soldado moro agitando eufórico una cabeza en su pica.

“No puede ser. Esto es una pesadilla. Tengo que despertar”

Y abriendo con fuerza los ojos, despierta, creyendo perder la cordura al ver frente a sí, el rostro enardecido del enorme soldado moro.