LA PALABRA INFIEL.

Yo me la llevé a mis versos,
le puse un bello adjetivo
creyendo que era de nadie,
pero era de Federico.
Fue la noche de San Juan,
la Luna fue mi testigo.
Se apagaron las hogueras
y se encendieron los lirios.
En los últimos acentos
canté su aliento en sigilo,
y unos ecos de "cristal"
me llenaron los oídos.
El corazón de su entraña
se agitó con un latido,
como caricia de "seda"
captada por mil sentidos.
Sin tu palabra de plata
van los poetas vencidos,
y un enjambre de escribientes
gruñe su horrible artificio.
Pasadas las horas malas,
las penas y los descuidos,
bajo el manto de tu genio
puse mi pluma al abrigo.
Yo me quité la prudencia.
Ella su timbre de mirlo.
Yo, la pausa de mis líneas.
Ella sus cuatro sonidos.
No pensó que te era infiel,
se vino a mí sin motivo.
Se acostó bajo mi pluma
como pájaro sin nido.
Sus letras se estremecían
como muslos ateridos.
Aquella noche escribí
mi romance más pulido,
montado sobre sus tildes
con el ánimo cautivo.
¡Ay Federico García,
no maldigas lo que hizo!
Que habiendo estado en tus brazos
hasta mis hojas se vino,
y en la noche de San Juan
se me cruzó en el camino.
No me porté como infame,
me hice deudor de tu estilo.
La cacé como homenaje,
no como galgo furtivo.
Pues habiendo sido tuya,
antes de dormir conmigo
me dijo que la llevara
a mis versos con un guiño.