Me gusta el cielo por su clima, pero prefiero el infierno por su vida social
Mark Twain.
¿Por qué, por qué la vida? ¿Para qué, para qué nuestra vida?
Y a medida que los años pasan y llega la cruel vejez, estas preguntas van siendo más acuciantes, agregándose otras ¿Valió la pena lo que he logrado?, ¿Qué me espera después de la muerte tan cercana?, ¿Hay Dios? ¿Es verdad la promesa tan sublime del cielo? O simplemente ¿es la nada?
El miedo a morir, a mi juicio revela las dudas existenciales anteriormente escritas. Teniendo el ejemplo triste de José Vasconcelos, uno de los mejores pensadores que ha tenido México, pero que en la vejez se desdijo de lo que había dicho en sus escritos y llegó al ridículo de tener un rosario siempre en sus manos y se la pasaba rezando al Dios Cristiano, cuando en su juventud el verbo pecar no tenía misterios para él.
En la angustia de su próxima muerte, el consuelo que tenía era la oración.
Y esto era muy válido, pero no fue congruente con toda su obra filosófica y el final de su vida.
Así muchos pensadores (para no decir filósofos) se encuentran en esta contradicción.
Yo para no ir más lejos, viví mi infancia y mi juventud sin pensar en lo que vendría después. En la inconsciencia propia del que ve lejos la propia muerte, me dedique a vivir sin cuestionarme mayormente del más allá. En la madurez me di cuenta que el don de la fe no lo tenía, y tenia que hacer a mi razón violencia para creer todo lo que “La Santa Iglesia” decía y sigue diciendo.
Al estar jubilado de mi trabajo, ya sin el problema de tener que ganarme la vida, con mi problema económico resuelto, me ha sobrado tiempo para pensar y como me gusta el estudio me dedique a estudiar filosofía para contestar tantas preguntas que surgen.
Al hacerlo me di cuenta que los pensadores filosóficos se dividen en dos: los que creen en una divinidad y aquellos que no lo creen. De ahí tenemos las dos verdades y cada filósofo da por cierta la suya:
Sartre dice que no hay Dios.
Santo Tomás que Dios es primero.
¿Y los que somos aprendices de filósofos? ¿Los que no tenemos el don de la fe? ¿Los que si tienen el don de la fe? ¿Qué decisión tomar en sus vidas?
Crossroad in our lives!
Que en inglés suena más enfático.
Se llega a la encrucijada en cuanto a que camino tomar.
Hay tendencia a seguir lo establecido, si todos son católicos debemos defender a ultranza la verdad de la filosofía tomista.
Si nos jactamos de librepensadores, atacar (a veces con odio) el oscurantismo medieval de la iglesia, la razón nos lleva a la ciencia y es el camino del progreso.
Lo curioso es que ambas corrientes creen siempre tener la razón.
Ante la duda existencial que todos sin excepción tienen (aunque algunos presuman que no), el camino que yo propongo es simple.
Ser tolerantes con el pensamiento de cada quien respetándolo, sin tratar de imponerle nuestras ideas. Y dejar que cada quien sea responsable de su propio destino.
Y para ser congruente con lo que digo, dejaré de estudiar filosofía como tarea, haciéndolo sólo como cultura general, dedicándome a la literatura y haciendo gala de mi nueva ocupación que será aprendiz de escritor. Escribiré cuentos, ensayos y novelas unicamente por el placer de hacerlo. Que a los demás les guste no es lo primordial, lo que es importante es que me guste hacerlo a mí.
Creo haber encontrado mi camino, dejando la encrucijada. Si he vivido una vida plena y no le hago daño a nadie, estando en paz con mi conciencia, con mis amigos, lo que suceda se lo dejo al destino que al igual que el tiempo siempre son puntuales.
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