El rió y la selva, son como el hombre y la mujer, conviven juntos, se aman y se infringen daños mutuamente, desde innumerables cientos de años.
El rió brama, ruge con una voz varonil, corroe todas las orillas y arrasa las riberas en sus crecidas imponentes, rechina sobre su lecho pétreo, cría rabia sobre las chorreras, gira como un tornillo sin fin en los remolinos, se apasiona en los rápidos, carga como un indígena del Tahuantinsuyo como si fueran plumas, troncos gigantescos y la rojiza sangre del humus fecundante, hay peligro en los aguajales y los pantanos, y se torna edén de mansedumbre en los rebalses y tahuampas (lagunas) como lo hacia en la mitología griega, Sansón a los pies de su Dalila.
La floresta se deja fecundar y se abraza como una boa constrictor a la corriente de agua del rió, la enlaza apretándose a la ribera, y allí la creación esta loca, asiste al drama de la vida y la muerte, en un estallido enloquecido de colores, olores y sonidos, junto a un calor de extenuación y bajo las precipitaciones de una lluvia de diluvio, como en un sueño de ayahuasca se palpa el panteísmo demente desde la matriz ¡que locura!
Árboles rectos, otros derribados, un dorso cortado de una capirona dura y fraganciosa, bajo el abrazo asfixiante de una trepadora, rodeada de orquídeas y veteado de cardenalillos y de parásitos, y sobre el agua de cristal glisaban las guanaimas (yerbas selváticas flotantes) y se escuchaba la charlatanería de los guacamayos doctorados, de loros en su escuelita, y de pericos en educación inicial, las charapas (tortugas de rió) perezosas se tostaban al sol sobre las areniscas, la naturaleza en esta brega de gigantes contra Hércules, de pigmeos contra todos, y espera su tiempo bajo el abrigo verdoso del suelo Peruano.
Cuando se echa una mirada al mapa y se observa la admirable disposición hidrográfica de la provincia litoral de Loreto, Ucayali, Madre de Dios, y se ve la intrincada red de ríos y canales, preparados por el sumo creador en la naturaleza, para nuestro beneficio, la única palabra que me sale es de estupor, y un profundo desprecio para todos los que gobernaron esta gran nación, son gentes cuya piel fue amasada con el barro de Sodoma y Gomorra, ante el desperdicio de las ricas producciones y la enorme energía perdida para mover las mas grandes turbinas de generación eléctrica, y uno se sorprende de no encontrar florecientes y animadas ciudades, enormes autopistas, miles de industrias, barcos mercantes surcando las aguas del amazonas, en esta tierra de promisión, y por el contrario hallarla sumergida en un profundo letargo.
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