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Inicio / Cuenteros Locales / alex_X / De penumbras y de Pasiones 1.

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No había lógica alguna, el pomposo vestido de satín y encajes de color lila centellante poco lucía entre aquellos apurados trotes, parecía incluso que era la primera vez en la vida que tan fina dama se echaba a correr por aquellas calles empalmadas de piedras cuadradas.
El sudor corría virgen por su frente y el temor de sus ojos se perdía tras los rizos castaños que durante toda la mañana habían sido hilados por cariñosas manos. Los tacones de sus zapatos cuyo elegante paso de baile le obsequiaron esa noche, eran en aquella ingenua escapatoria una trampa mortal. Yo llevaba semana y media siguiéndole, alimentando el deseo pueril de arrebatarle su divino encanto.
El sonido inconfundible de la tela de su vestido rasgándose, cuando se enredó en aquellos finísimos zapatos, no fue tan delicioso como el sonido de sus manos chapoteando en aquel charco putrefacto cuando intentó ponerse de pie luego de caer.
Era una exquisitez de aroma que se agolpó en mi nariz cuando comprendí que sus rodillas se habían lastimado y los rasguños redimían aquel perfume que liberó mis deseos con furia.
- por favor – lloró atemorizada jalándome la solapa de la chaqueta con sus manos húmedas cuando me crucé en medio de la desabitada calle para que intentase reconocerme como su posible agresor - alguien me esta siguiendo – hizo una pausa para respirar, de pronto pareció sentirse a salvo conmigo “¡Mujer estúpida!” pero no dejaba de girar la cabeza para buscar a su perseguidor – ayúdeme por favor.
Su rostro palideció tanto como lo era el mío y el fulgor de sus ojos castaños bañados con aquellas lágrimas me hicieron desearle aún más, el olor pestilente de sus manos no eran problema, si bajo el vestido, sus piernas guardaban para mí una exquisita bebida.
“¿Cómo llevar a cabo mi plan si ella no prestaba atención a mis ojos?” Me pregunté sujetándole los hombros y aproximando su cuerpo al mío, sus rizos a mi mentón y su escandaloso miedo a mi incontrolable vorágine. Pero entonces, algo con lo que no contaba, que mis deseos fuesen interrumpidos por carne corriente, por escorias bañadas de licor barato y deseos tan poco loables como los míos… Era verdad, alguien más le seguía.
Aquellas pestilentes criaturas no tuvieron miedo de mi presencia, ella se acurrucó bajo mi brazo izquierdo en tanto mas se acercaban aquellas ratas, osaron enseñarme que llevaban algunas cortas garrochas de fierro oxidado y no dudarían en atacarme. El calor de su delgado cuerpo me quemaba a pesar de la gruesa ropa.
El hambre rugió dentro de mí y aún ellos, tan calados por la obsesión de ensuciarle el cuerpo con sus asquerosos deseos humanos, no advirtieron quien era yo.
Era como si no existiera para ellos, pero para mi no fue difícil deshacerme de aquella putrefacción; romperles el cuello, sin que siquiera llegasen a levantar contra mi sus insignificantes armas.
Con aquellos dos cuerpos inertes en medio de la calle me volteé sutilmente a contemplar que pronto mi hambre seria saciada y entonces sus ojos castaños buscaron los míos y mi hechizo se vio sucumbido ante tal destello de gratitud, era como si ella quisiese devorarme a mí…
- con gusto le daré lo que me pida – dijo con profundo agradecimiento mientras tras de mi oía el silbato de la policía - ¿plata? ¿Oro? Lo que sea – me ofreció dibujando en su rostro una pálida sonrisa- me ha salvado la vida.
- entonces me pertenece ahora – respondí involuntariamente recordando una vieja costumbre extranjera, alzando hacia ella una mano para jalarla de los cabellos y arrastrarla hacia un callejón y poder devorarla.
Pero ella sujetó mi mano groseramente y la puso contra su calido rostro, por debajo de aquellos rizos que tanto ansiaba jalar. “No esta ni a un kilómetro de saber quien soy”
- Joan – me explicó cerrando los ojos, usando “mi” mano par acariciarse las sonrojadas y tibias mejillas, como si yo no supiera cual era su nombre, de que familia provenida y donde vivía – ¿y usted? – me preguntó abriendo de par en par en par los ojos mientras yo no conseguía hipnotizarla.
Sentí los pasos apresurados de tres policías tras de mi y tuve que huir, me perdí por la primera calle que tuve a la mano, resultó ser un callejón, a paso ligero me perdí entre las sombras sin evitar sentir que ella había intentado seguirme… con la enorme frustración de tener que posponer mi cacería.
- no vivirás mucho – sentencié desde lo alto de una torre observando con cautela como la joven daba vagas explicaciones a los policías que luego se la llevaron detenida, con las manos atadas tras la espalda.

Texto agregado el 24-03-2009, y leído por 184 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
04-07-2009 m e sorprendio que alguien desconocido supuese lo de los gatos... aun asi fue en la primera persona que pense.... y al leer puf, la ventana se abrio... por qué el cambio... krieg vodelert
12-04-2009 :) me gustó. es muy duro, pero esta bien! Un saludo y mis ***** sabe
03-04-2009 Salvo por lo de las manos atadas a la espalda, el cuento estuvo genial. Muy, muy bueno, Capo! ElnegroHinojo
27-03-2009 Buena imaginación pero deberías cuidar un poco las formas. Demasiados adjetivos, sobre toto al inicio del relato y, en algunas ocasiones frases algo deslabazadas. Deberías pulir un poco el texto pero, en general, me ha gustado. Saludos. Poirot
25-03-2009 Muy buen relato, extremecedor y duro al más puro estilo del cine negro americano. Mis ***** acuariana
 
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