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Espero el autobus que me trasladará a mí lugar de trabajo. Es la tercera mañana que no me encuentro con el atractivo joven que hace varios días llena mí pensar. La parada del autobús está ausente de luz. ¡Qué necia soy! Si solo hemos cambiado miradas, tal vez me sorprendió mirándole y decidió iniciar el juego de la coquetería, a lo mejor ni me recuerda.
Al fin la suerte me acoge, aparece y subimos al bus repleto, creo que buscando acomodo en la estrechez, chocaron nuestros zapatos, quedamos juntos, tan juntos en un mínimo espacio, sin poder cambiar de posición. El me miró y sonrío. Sonreír es contagioso, le correspondí feliz, pero con cierta cortedad e inseguridad, no he ido a mí control odontológico. Ni un cambio de palabras corteses, el brusco movimiento del vehículo no lo permitía, percibí su aroma y la tibieza que se desprendía de su cuerpo a través de su vestuario.

Hoy es jueves de fortuna, la aurora radiante y cálida me da esperanza. Aunque más separados, viajamos juntos, él me sonrío y con su largo brazo tocó mi mano apoyada en un viscoso soporte. Bajan algunos pasajeros y todos nos acomodamos en la variante estrechez. Siento que mí pelo se eriza de los nervios. ¿Estaré enamorada? Pero si hasta este instante no se su nombre ni he oído su voz. La ilusión hace que crea que hay en nosotros un acuerdo tácito de encontrarnos otra vez. Y así es, el viernes llegué más temprano a la parada del bus y él ya estaba ahí.
-Hola, soy Nicolás. ¿Como te llamas?
Creí que soñaba y mí voz se debilitó.
-María Ester.
Llega el bus, subimos y tratamos de acomodarnos, el vehículo nos juntaba y nos separaba con su brusco movimiento.
Debía bajarme y le dije:Chao..
Y él :Hasta mañana.

Y ese viernes cambiamos números telefónicos,acordamos juntarnos el sábado a las seis.

No poseo gran vestuario, así que revisé mis mejores prendas. Soñaba con ese momento y esa tarde Nicolás apareció con una amplia sonrisa y se acercó a mí. Mí sonrisa fué difícil, algo extraño trababa mí boca y frenaba mí modular, los nervios, pensé. El lo notó. A su inquerir respondí que tenía una contracción molesta en mí boca. Me propuso comprar un calmante en la farmacia. Con los ojos llenos de lágrimas de pena, decidí volver a casa.
-Chao, otro día nos vemos. Y me alejé corriendo.
En casa, tirada en mí cama mí angustia brotó como surtidor. Todo por intrusa, haber usado el adhesivo dental del abuelo sin medida, era la primera vez que lo hacía con mí pequeña prótesis dental y fue mucho,

Texto agregado el 24-03-2009, y leído por 319 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
25-03-2009 Esos momentos ,tan dificiles de superar,estupendo amiga. Lo vivi con todos los nervios de la protagonista.Genial ******* shosha
25-03-2009 No importa, mañana te la pones bien y le muerdes la lengua. Hermoso. 5* jugama
25-03-2009 Por Dios, me sorprendes cada dia, siempre un placer pasar por tus textos, mis5* nanajua
24-03-2009 ups, qué horrible debió ser eso, estupendo texto****** JAGOMEZ
24-03-2009 ay que pena!!!! divinaluna
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