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—Tantos recuerdos que me vienen a la mente de la preparatoria —dijo Efraín en tono triste mientras prendía un cigarrillo Delicados, con la bachita de otro que acababa de fumar.
Efraín y su amigo Esteban, todas las tardes en el último mes, gastaban el tiempo en una banca de la alameda del pueblo.
—Quien iba pensar que la Lupe se nos iba a adelantar en el viaje sin retorno y todo por un cáncer de cerebro —comentó Esteban.
— Recuerda que en la preparatoria, era la que mejor cuerpo tenía, decíamos que era: cuerpo de tentación aunque la cara la tenía de arrepentimiento, prieta, pero de que estaba buena, lo estaba. Y apenas ayer le echamos tierra. ¿No sé, si la viste últimamente?, era una señora gorda, con un cuerpo de tamal, ni sombra de lo que fue —refirió Efraín.
—Piensa en el cáncer y que ya tenía sesenta y cinco años —dijo Esteban— y lo que sea de cada quien ¡muy vividos!
Efraín ya en pleno cotilleo, que era lo que lo ponía contento, continuó:
— Recuerda, que estudió medicina, se recibió de doctora y se arrejuntó con un pinche gringo negro, color chapopote; al lado de él, ella parecía blanca, se fueron a vivir al sur de los Estados Unidos donde les hicieron la vida imposible, pues en ese tiempo había mucha discriminación racial; si ahora los gringos disque liberales siguen con sus cosas de despreciar a los morenos, en aquel tiempo era peor y más con el color subido del güey que se consiguió. La Lupe lo dejó, porque además de negro y feo, no le daba por trabajar, sino que el angelito vivía de ella. Ha de haber calzado grande y que buenos trabajos le haría a Lupita, para que ella lo aguantara tanto tiempo, creo que duraron juntos dos años.
—Y no solo eso —completo Esteban— le dejó un chamaco igual de prieto que el padre, que Lupe trajo a México.
Efraín un poco molesto por la interrupción de Esteban continuó:
—Trabajó como doctora en una empresa, creo que en Tampico, pero cuentan las malas lenguas que le siguió dándole vuelo a la hilacha pero ya sin compromisos, el arte de hacer el amor no tenía ningún misterio para ella. Lástima que de jovencita no fuera así y conmigo nada, de nada, por más que le hice la lucha en ese tiempo —siguió diciendo Efraín al mismo tiempo que encendía otro cigarrillo— cuando le dijeron que tenía cáncer, como los elefantes buscó la querencia de su pueblo, que fue cuando la volvimos a ver ya re- amolada por la enfermedad.

— ¿Sabes qué fue de la Tencha, la que era inseparable de la Lupe en la escuela? —Preguntó por último Esteban.
— No —contestó Efraín.
Esteban se alegró de poder contar un sabroso chisme:
—Recuerda que ella se recibió de contadora pública, era alta y flaca, pero la ayudaba su juventud, de todos modos cualquiera de nosotros se hubiera sacrificado con ella. Sin embargo recuerda que era muy presumida. Ya viejona se casó con un bato. ¿Quieres saber lo que pasó en su matrimonio? —Esteban lanzó esta pregunta a su amigo, para ponerle más emoción a su relato.
Ya picado de curiosidad por el interesante chisme Efraín contesto:
— Desde luego, pero dame todos los detalles.
—Pues el flamante marido le salió máquina de patio —dijo Esteban en clara alusión a las maquinas de ferrocarril, que mueven los vagones hacia adelante y hacia atrás.
— ¡Ah caray! ¿Y que quieres decir con eso? —Preguntó Efraín
—Pues que mientras ella, trabajaba en un despacho de contaduría por las mañanas, él se refocilaba con sus amores: hombres o mujeres pues era muy democrático, agarraba parejo, hacía el bien sin mirar a quien. También vivía del trabajo de su mujer y como era muy práctico usaba la cama matrimonial para sus cochinadas, así no pagaba hotel; ¡total!, que le van con el chisme a la Tencha, ella salió una mañana de su oficina, entró con sigilo a su casa y encontró al papá de su hijo, encuerado, con un ingeniero agrónomo también en traje de Adán, los dos jugaban a los trenecitos. —terminó Esteban.

—Y ya entrados en estas pláticas. ¿Qué fue de nuestras otras compañeras que tuvimos? —Pregunto con los ojos brillantes y la mirada anhelante Efraín, muy interesado en las miserias de los demás, que le dieran emoción a su descolorida vida de burócrata jubilado, con poco tiempo de haber regresado a su pueblo natal.
—Pues de las cinco —respondió Esteban—, ya hemos platicado de dos. La Rosa que era la más bonita, te acordaras, que fue la reina de belleza de la escuela. Pues su vida no tiene chiste. No estudio ninguna carrera. Un sujeto con dinero se casó con ella y ahora es una señora aburrida, eso si de la alta sociedad.

Esteban satisfecho con tener la palabra siguió en la plática:
—La Mary, aquella chaparrita muy estudiosa, que parecía la pura verdad: modosita, callada y muy barbera con los profes, terminó como doctora, se casó con un compañero de ella. El matrimonio no pudo tener hijos pero adoptaron dos, al igual que nosotros ella está jubilada. Sólo que el marido le salió muy travieso. Él tiene chamacos por todas las colonias del pueblo; ¡pues fíjate!, un señor doctor, además con dinero y guapo. ¡Ya te imaginarás! —Esteban calló un momento para poner interés en lo que decía y continuó— la Mary aguanta vara, pero eso si en compensación es re-chismosa, enredadora, metiche y todo lo que te puedas imaginar.
— Cuantas cosas hay que no sabia —dijo Efraín— y que más ¿me puedes contar?
— Por último para que estés al tanto de lo que ha pasado en el pueblo, —contestó Esteban— Andrea, aquella chaparrita de los ojos claros, que era hija de Don Simón al que metieron a la cárcel por sinvergüenza, que se la pasaba en la venta de terrenos que no eran suyos y cobraba adelantos que alegremente se los gastaba con las viejas que vendían su amor al mejor postor por la entrada del pueblo. Pues ella, estudió veterinaria y tiene un changarro en la central de abastos. Se quedó a vestir santos, aunque probablemente hubiera deseado mejor desvestir borrachos, pero nadie la pelo y además te acordarás que no estaba como para despertar pasiones tormentosas.

Con estos recuerdos, los dos jubilados se quedaron callados, miraron como el sol desaparecía al entrar el anochecer y con un escondido suspiro, los dos se despidieron para regresar a sus domicilios a cenar y ponerle grima a sus pobres esposas.


Texto agregado el 23-03-2009, y leído por 924 visitantes. (3 votos)


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