Luz eterna que con sus caricias entorpecen mi vista y mi descenso.
Por el empinado monte nevado me deslizo velozmente, mi vista se acostumbra, lentamente me adapto a mi camino, mi asombro se acrecienta y deciendo sin poder distingir que tan alta es mi montaña, ni cuan lejos se halla esa profunda laguna al final de ella. Solo desciendo con mi trineo; todo es solaz una vez que domino mi vertigo, tambien hay tramos menos felicez.
Ya llevo varios kilometros, caminos sin nieve se me exhumaron, el avanzar se vuelve cada vez mas arduo y aspero, por momentos siento ganas de bajar, pero es mas fuerte el recelo a los ignoto que mi propia congoja lo que alienta a mi alma a continuar su natural sendero.
Se me revela de a poco la verdad, mi soberbia se disipa y me doy cuenta de que nunca tuve el control de mi trineo sino que el me lleva a su merced, de un lado, para el otro, pero siempre en descenso. La vision de la laguna es casi todo lo que tengo, porque se que voy a sumergirme en breve, que hay en sus profundidades, nadie lo sabe, que tan onda es, solo conjeturas es lo que tengo, pero ya no me importa, porque estoy llegando a mi meta.