Ver la misma jeta durante años, la jeta del intelectual que apenas sabe leer: los anteojos, y la barba de dos días, la joroba que no es sinónimo de deformación, sino sinónimo de timidez.
Frente al espejo. El profesor mediocre observa los años, la escasees de cabello, su temperamento disfrazado de tímido mañoso. Ensaya, lo que va decir en clase. Lo que a duras penas memorizo del libro.
Toma su suéter, el mismo que ha usado durante años. Algunos al verlo no pueden evitar decir “no tiene dinero para comprar, un suéter nuevo”. Pero el nunca escucha, le importa poco la opinión que tengan sobre el.
Frente al espejo: como una ecuación filosófica (cosa que no existe) descubre que es un intelectual ignorante. Un hombre mediocre, un hombre sin ideales, solo un critico de la vida, de las generaciones, de los adolescentes sin ideales reales.

Después de tantos años de pararse frente al espejo, por primera vez dice: soy un infeliz.