Me gusta hacerlo, hace tiempo que no escribía por el simple hecho de no pensar o más bien... remarcar lo que siento.
El pensamiento se desvanece, el placer y el deseo también, pero escribir lo que sientes, plasmar en líneas tus sentidos, tus pensamientos y lo que es incapaz de salir de tu boca, es como firmar en la realidad de las cosas tu propia condena, tu propia desgracia... eso creo. Es como si admitieras finalmente tu derrota ante el mundo, es como si ya nada tuviera que ser repensado, tal que es un hecho. Como si parte de tu interior, eso que está oculto, que lucha por liberarse, que sientes podrido y que te envenena a cada segundo... cobrara forma en el exterior, abandonándote a una sensación exquisitamente extraña.
Un monstruo que reclama tus líneas, que te causa náuseas y voltea las horas de tus días. Atemorizándote con su presencia, pues en algún momento, se aparece, te aprisiona y así terminas pensando, escribiendo y dejando de dormir...
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