Tanto extraño amarte como al amor mismo,
como sentir el toque de tus asombrosas manos,
la mirada intensa con que me cobijabas,
y el temblor inocente de nuestros labios cercanos.
Mi mente se pierde en el recuerdo de aquello
que nos convirtió en todo un descubrimiento.
¿Dónde se fueron esos instantes supremos?
¿Dónde los besos, abrazos inmensos?
Contactos que electrificaban nuestros cuerpos,
que extasiaban y cegaban nuestras almas.
Mas estas son tan sólo palabras.
No alcanzan para describir lo sentido.
No sirven para registrar lo admitido.
En cada segundo robado al infame tiempo
cuyo inerte cuerpo aplastó el fallido intento
de volverse un solo ser, un ser nuevo y aquietarse,
tan solo para iniciar de nuevo el ciclo
y recordar esta honda huella que en mi dejaste.