La castidad absoluta previene el embarazo y todas las enfermedades de transmisión sexual. Pero es en extremo impopular. Ni siquiera me animé a pensar en ella.
Como todo muchacho normal, desde mi pubertad, mi felicidad es al menos un pubis femenino; soy dependiente de un marisco bivalvo, no puedo vivir sin el amor de una mujer querendona, pierdo la chaveta ante una teta.
El horror de mi paraíso es un infierno con demonios perversos: sífilis, SIDA, gonorrea, herpes, candidiasis, monilias, virus verrugosos, chancros, mononucleosis y quien sabe cuantos engendros más acechan tan relajante paraíso interactivo.
Luego de los documentales y charlas con las que la semana pasada nos bombardearon en el instituto, tendría que ser bruto para no darme cuenta de los riesgos, dramas y peligros de eso de andar de joda en joda sin preguntar siquiera que apellida la nena traviesa, incluso estando dispuesto a usar forritos.
Por eso me convencieron, creo que no pudiendo ni pensar en la abstinencia, la monogamia es la mejor opción de prevención. Decidí hablarles de esto a mis mujeres, para que aprendan y no me pongan en riesgo.
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