Se cuenta que hace muchos años atrás, en una caleta llamada Milagros; vivía la gente mas alegre que se podía encontrar. La forma más rápida de llegar a ese lugar dichoso, era en bote, y la otra alternativa no tan fácil pero si más segura, era ir siguiendo una huella que atravesaba la cordillera, esto se hacía de a pie o a caballo y se demoraba alrededor de dos días.

Cualquiera de las dos alternativas que se hayan usado, siempre sería paso obligado a detenerse en la pequeña ruca hecha de Alerce por el propio don Juanito.

Don Juanito era un isleño, ya entrado en años, y con muchas historias que contar.

Ahí había que pasar la noche, y este viejecito era muy hospitalario, vivía solo y por eso le encantaba recibir gente en su humilde hogar.

Después de cenar unas papas cocidas en cenizas y un trozo de pescado ahumado, venía la hora del mate y las buenas historias.

Entre tantas historias que se contaban mientras iba pasando el mate, uno tras otro, se llegaba a la historia relacionada con la caleta.

Después de dar la última chupada y hacer sonar el mate, don Juanito proseguía:

_La gente poco cree en estas historias- decía.

_Pero yo siempre veo a la joven Milagros_.

_Pero… ¿Pero quién es ella? Y ¿Por qué se aparece?- preguntaba uno de los alojados.

_Prosiguiendo el anciano contaba:

_Milagros, era una joven llena de sueños, pero un día fue en busca de maderos para construirse una casa junto a su joven esposo; y cuando venían de regreso, producto de la pesada carga y el mar embravecido la pequeña embarcación zozobró, llevándose enredado hasta las profundidades a su querido esposo, y la joven sobrevivir, siendo encontrada por unos mariscadores, tres días después, sobre el roquerío y ardiendo en fiebre.

-El silencio reinante fue interrumpido por una fuerte chupada de mate, señal que ya había acabado el agua, y con una lentitud tomaba la ahumada tetera que yacía sobre las brazas del fogón para continuar con la ronda.

-Por eso mismo digo_ proseguía el anciano, sé que la historia es real por que yo mismito la he visto- Continuaba.

-Como les decía; la joven producto de la fiebre quedó sorda. Era muy común verla observando el abismo de aquella quebrada, estirándose boca abajo para alcanzar con la punta de los dedos los verdes musgos de las rocas y así pasar tardes enteras. La vista desde allí era impresionante, el viento salino hacía volar sus cabellos castaños. Y ella observaba a lo lejos, las pequeñas embarcaciones que de vez en cuando se perdía en los vaivenes del oleaje. Desde aquella altura podía ver la caleta; el muelle viejo con sus tablones ya podridos, y los botes multicolores amarrados con sogas a su alrededor.

Un día desapareció, nadie supo nada. _La tristeza se la llevó al fondo del mar-. Comentaba la gente. -Ya que nunca encontró a su amado.

_Y así, pasó el tiempo, y Milagros se veía correr sobre las siembras por las noches, bajo las estrellas, riendo. Y es por eso que en estas tierras alejadas de la civilización, crecen las mejores papas, maduran los más ricos trigos y abundan los peces y mariscos y por supuesto crecen los mejores maderos, para que ninguno de sus habitantes tenga que salir y arriesgar su vida por conseguir lo que necesite.

_Bendita sea la tierra de Caleta Milagro.