De los cuerpos presentes que me observan, que no lastiman su vista escudriñando en otras partes de mi cuerpo que ahora recién aumento de proporciones; al ruido que emergió cual sonora asquerosidad provocara al único iluso que osó hacer la examinación que renglones antes nadie se retaba admirar.


Recostadamente inmóvil, desheredado de la única herencia de mis padres, mi cuerpo ya no es mío, lo carcomen médicos y carniceros cual poco suntuoso es el asunto de mi vida, valuado en algunos pesos por los tres que aseguraban mi vida; los que mueven los cuchillos, le inyectan morfina y demás medicinas, drogas que solo resignan a mi cuerpo casi sin vida, mi muerte una cosa tan insignificante, como poco les importa a los que me ven; el cortarme otro dedo, otro pie, ya casi de tanto me escapo de esta cortante situación, me pregunto si esos frente lo que queda de mi, les gusta mi olor, podridamente destilo gotas de suciedad, de repudio, destilo lo poco que me queda de sociedad.

En el sarcófago recinto o cama cómoda que me reside, ahora lo pienso y no lo entiendo, ¿como es que persona tan aceptable se muera?, se pierda del mundo, ¿será que este viaje ya me pesaba?, sí, yo lo decidí, el aguantarme no es obsesión, el resignarme presenta la solución, de pronto giran rezan, cantan por mi, se presentan a mi cuerpo, le dicen adiós con la misma sinceridad que tieso e inmóvil les tiendo mi mano.

Apenas alcanzaría, cual canción lejana, la noticia trágica de un joven muerto, mi nombre, dirección, todo lo mío lo tenia el muerto, hasta las mismas fracturas; que daría yo por que los medios no se equivocaran, ya estaría desecho en un lecho mejor que una cama de hospital viendo como gira el techo; el asesino huyo, decía la noticia, pero si el asesino no huye esta en este cuarto, tras mi cara, en el interior de mi vida, uno puede no decidir como ni cuando nacer, pero si, como y donde morir.


Que sentirían de saber que desde este cuerpo aun los observo, de ver que tras agolparse, apretujarse para darme una supuesta despedida, se alargaron las colas en las tiendas de risotadas, si supieran que no me provoca sentimiento mas que, tomar el único brazo que me queda completo, que sostengo amarrado en el pecho, causa directa de un trabajo de mejoramiento presepulcral, mostrarles que aun sigo presente en este cuerpo de movimiento ausente.


Ya con mis últimos resguardos del aire que me niegan al quitar el aparatejo que mantenía ventilado mi cuerpo, me desaparezco, empiezo a irme, parece que pataleo que grito, pero frente a mis ojos los especialistas asienten con la cabeza negando haberlo salvado; cuando perdía todo pensaba ya en otro camino, una vida en la muerte, quise buscar la luz, subir mi alma, mas en vano me elevaba, por mas que quise, no podía de mi cuerpo irse.