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En el preciso instante en el que ceso el llanto de Maria, la habitación fue lentamente infestada de un silencio, tan cortante y desgarrador que todos los dolientes e invitados empezaron a salir del cuarto velatorio, en dirección al patio posterior, guiados por rítmico golpetear del reloj de pared cuyo marchar era el único ruido distinguible.
Era iluso negar que la muerte de Carlos produjo una fisura profunda el alma de Maria, la que al acceder al patio, guiada por el brazo de su hermano, se acurrucara en el rincón posterior del solar, protegida por el lento danzar de la sombra de las hojas del ciprés sembrado en el centro del terreno; Maria siguiendo el procedimiento descrito por Cortazar, alojo su rostro entre las palmas abiertas de su mano y empezó a sollozar lentamente…
A pesar de las suplicas de todos los presentes, Maria desistió de ponerse en pie hasta pasado el meridiano del día siguiente. Pasados dos meses de aquel suceso, Maria decidió partir del pueblo, cerrar las puertas de la casa y abandonarla a su suerte.
Durante mas de diez años no se supo nada de Maria y la casa permaneció cerrada, hasta la semana pasada, que por decisión del único pariente vivo de Maria, se abrieran las puertas de la casa vieja; todo estaba en la misma posición y estado en el que se encontraba la morada en época de Carlos a acepción de una extraña momia que se encontró acurrucada en el rincón posterior del patio trasero de la casa vieja.
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Texto agregado el 17-03-2009, y leído por 169
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