La tierra de dios esta maldita. El hombre, la cumbre de su creación tuvo libre albedrio pero olvido las palabras de su creador y las sustituyo por las suyas propias. Así, él uso en su nombre, él se apropio en su nombre, él tomo en su nombre, él mato en su nombre y creyó que todo estaba bien pues se había hecho la voluntad de dios que no era mas que el reflejo de sus propios deseos.
Dios observo todo desde lo lejos, y tomando una decisión dio la espalda a su creación alejándose de allí en silencio mientras escuchaba las suplicas de aquellas almas atormentadas ahogándose en las carcajadas de quienes creyeron seguir obrando en su nombre.
La humanidad entera se retorció sobre si misma y observando su decadencia vomito sangre y fuego sobre su purulenta existencia. Se aferro al suelo verde que la sostenía consumiendo sus recursos intentando saciar la sed de supervivencia que la movía pero no consiguió mas que convulsionar las llagas de su estomago y extender su miseria a todo ser viviente.
Arrastrándose, clamo al cielo y maldijo a su creador antes de darse por vencida. Dios regreso para ver que había sucedido y asqueado observo a su moribunda creación que sintiendo su presencia escupió sobre su rostro. En un instante interior su cabeza se encontraba esparcido por doquier y en el centro, el pie de dios extendido con firmeza sentía aun un palpitar entre sus dedos.
Eran los deseos del hombre, sueños frustrados que luchaban aun por no morir entre los restos de sangre y hueso. Fueron recogidos por dios, quien viendo que aun quedaba algo bueno, tomo la lágrima que en ese momento bajaba por su mejilla y la sembró en el suelo.
Soplo a lo lejos para dar vida nuevamente a aquel lugar marchito y se alejo para no volver jamás, sabia que el eco de sus pasos era suficiente para despertar a Adán.