Robo la esfera que tiembla junto a mí en el negro de tus ojos, el latir de unas pupilas temerosas, el cielo, tu voz reptando entre mis pliegues, la luz, el Universo. Robo el agua que declina por tus márgenes, el silencio hurgando en la memoria, la madurez, el soplo de los Dioses. Robo la jungla de tus vellos anidados en mis pechos, la soledad de una sonrisa, el infierno ardiendo en la memoria o el hechizo de mil lunas descendiendo por mi falda. Robo el aire, lo sublime, tu mirada, nuestras lenguas, una tarde, el juego de las bocas, lo prohibido, este amor, las huellas y las rondas. Robo tu existencia, lo inexplorable de las pieles, la magia, lo imperfecto, el territorio de tu cuello circundando mis limitaciones, la vida de estas almas. El mar, lo impredecible, la gloria de tu esperma, estas manos, el eco de tu aliento refugiado con mis párpados, la habitación, el viento, tu semblante. Amo el sonido de lo que pronuncias antes, durante y después de haber estado en mí.
Ana Cecilia.
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