Solía llegar a casa entrada la noche, ya cuando la llave giraba dócilmente en la cerradura, sentía ella aquel extraño desasosiego en su interior.
Como cada día, la esperaba Miguel sentado frente al televisor con la mirada vacía y un esquivo beso entre los labios que ya no sabía a nada.
Abría el grifo del agua caliente para dar inicio a su ritual y mientras el sonido del agua burbujeaba en la bañera, ella se iba desnudando lentamente frente al espejo, sintiéndose un poco más ligera con cada prenda que se desparramaba por el suelo embaldosado. Cuando la ropa yacía revuelta y enmarañada, sólo entonces levantaba la mirada y la dirigía al espejo que ocupaba casi toda la pared del baño. En aquel espejo imaginaba que imagen tendría si consiguiera despojarse también de su cuerpo, como si de un abrigo se tratase.
Se sumergía en la bañera, flotando ingrávida en aquel líquido templado, removiendo con las manos para acompasar su respiración con los vaivenes del agua. Así sentía el agua viva que purificaba con sus idas y venidas de todo lo negativo que se le había ido adhiriendo a su alma a lo largo del día.
Aquel baño la transporto a un letargo dulce, tal era el estado de relajación y abandono de las preocupaciones que su voluntad no consiguió vencer a la extraña fuerza que tiraba de sus párpados y la sumergía en un profundo y placentero sueño del que era totalmente consciente y a la vez incapaz de controlar.
Le pareció escuchar un suave aleteo y con el batir de alas un suave viento fresco en el rostro. Procedía de la ventana que daba al patio de luces, normalmente permanecía cerrada, pero el viento alado la había hecho ceder y por la rendija entreabierta comenzaron a colarse multitud de pequeños insectos con luz propia. Aquellas lucecitas vivas, entre sus labios entreabiertos fueron alojándose en su interior.
Quiso despertar, pero algo se lo impedía y sin saber como, aquellos pequeños insectos que se le habían metido tan dentro la fueron elevando entre nubes de vapor con sus frágiles alas de luz.
Miró al espejo, allí estaba inmóvil en la bañera, su cuerpo. Al fijarse un poco más, flotando entre el vapor de agua, pudo ver su alma.
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