Por fin luego de veinte minutos seguidos de choques y amagos continuos, Daniel logro poner un pase decente a Carlos, este quedo de frente al arco apenas cruzando las dieciocho y con el balón en su pie izquierdo, Carlos corre tan rápido como sus piernas a los doce años se lo permiten, con un toquecito sutil descuenta el primer defensa, luego hace un amague y tira un “ocho” con el que pasa el ultimo defensa; patea con la derecha y logra un gol tan genial que asegura su paso a las inferiores del equipo capitalino de primera división.

Por fin después de tantos partidos y tanta hambre, Carlos tendría la oportunidad de empezar una carrera en el fútbol nacional, podría cumplir sus sueños, tener zapatos, desayunar todos los días, e inclusive seria posible que algún día saliera en la TV.

Carlos no podía entender muy bien la situación, si estaba celebrando aquel gol histórico y todos sus amiguitos corrían tras de el gritando, por que escuchaba tan claramente una bella voz femenina que lo llamaba.

Carlos seguía sin entender absolutamente nada, no lograba descifrar aquellas letras… no entendía que significaba aquel letrero que brillaba a lo lejos, y no solo era que el no supiera leer, era que no quería aceptar que estaba acostado en la camilla # 18 del pabellón de mutilados por minas quiebra patas del hospital municipal.