Cuando te conocí, entraste en mi corazón, cruzando mis paredes de tristeza con un regalo que parecía tan solo un hermoso caballo, dentro del cual habían miles de soldados cuyo propósito era destruir los impenetrables muros y construir en vez de ellos un campo de amor, donde tú reinarías y yo tan solo seria tu esclavo. Dio resultado, pues al instante caí en tus pies, y lleno de amor vi en ti, una reina que podía gobernar mi corazón para toda la eternidad.

Me costo mucho ver el final de tu reinado, puesto que me había acostumbrado a vivir bajo tu mandato, pero por suerte me di cuenta después de un tiempo que no me hacia bien estar solo dependiendo de ti, puesto que aprendí que el mundo es amplio y tenia que aprovecharlo, tenia que saber que mi vida la construía solo yo, y estando bajo tu poder eso no lo podía resolver.

Aprendí a conocerme a saber como soy, y estoy viviendo la vida como se tiene que vivir, aprovechando de todas las oportunidades buenas y enfrentando todos los momentos malos. Pero sin querer pensaba en ti, imaginaba como hubiese sido mi vida si solo hubieses estado tú para mí. Capaz nunca me hubiese conocido, y hubiese vivido cumpliendo tus deseos, sabiendo que esos solo te beneficiaban a ti.

Después de mucho tiempo nos volvimos a encontrar y quien iba a pensar que ahora los soldados del amor entraron en tu corazón y te enamoraste de mí. Tú sentiste que yo había cambiado, y por eso nuestro amor fue tan intenso que hasta ahora no nos separamos. Lo mejor de todo, es que cada uno sabe cual es su posición en nuestro reino y así podemos vivir equilibrados, sabiendo que ninguno es rey del otro, sino que los dos somos reyes de nuestras vidas.

Nuestro reino, paso a imperio. Gracias a nuestro amor, nadie nos puede derrotar y menos separar. Nuestra unión creció, y ahora juntos podemos enfrentar con mayor seriedad a cualquier asunto que se nos cruce por delante, porque nuestro carácter se complementó y ahora si somos una sola persona, somos una persona, unidos por el cariño y el respeto que formamos en el tiempo en que estuvimos separados.