sólo un montón de palabras que me gustan,
que si las juntas, pueden parecer una poesía.
para ti.






Junto a aquel estero
espero expectante las calladas horas del alba
al vaticinio cenagoso, gozoso
de las ofrendas lastimosas,
de las indiferencias ostentosas, ociosas,
salubres, solubles,
briznas asustadas,
demasiadas ansias para redimirlas, mirarlas
al caer por el cañón de las hostilidades tan odiadas.

Te preguntarás el significado de esos silencios tristes,
esas miradas esperanzadas de sueños inconclusos,
despertados por la desesperanza tan fiel de esas madrugadas inmemorables,
de esas llamadas sin respuestas y esas respuestas sin llamadas,
de esas cartas y esas piezas que nuca encontraron su lugar,
de esas farolas anaranjadas, arremangadas en sus solitarios resplandores embrumados.

Déjala que corra y desaparezca,
que llene de pétalos el sendero de su huída, que asfixie esas mañanas irretornables de la furia de sus miradas,
del encanto de su voz,
de los cristales de carcajadas.

Deja que me detenga un momento, que el camino se empaña,
y las nubes se esconden una tras otra en su retahíla de alaridos infundados.

Deja que me detenga un momento y me esconda bajo la sombra de aquel árbol entumecido,
deja que descanse estos ojos que se duermen de tanto cerrarse,
Estas manos que se aburren, esta sonrisa reemplazada.
deja que me pierda un momento al amparo de tu mirada,
en ese sendero oscuro, en esa niebla morada,
en aquellos arbustos podados por el frío de mi infundada valentía,
que se oculta cada vez que acercas la palabra.

Deja que…

Déjame seguir esperando, poeta,
bajo este sol oscuro y esta tierra iluminada,
permíteme esperar y robar tus versos desencaminados
y observar tus musas danzando al son de tu carcajada,
y oír aquella melodiosa arpa
que no canta para mí,
que no ríe, que no sueña, que no piensa,
pero que mis calladas albas
entorpece e ilumina,
esta, tu pupila
apagada.