Enero 12, 2008
Estoy sentada en la mesa de siempre, esta vez escribiendo un relato completo e importante. Este es mi testimonio de que existí. Este relato me absuelve de culpa de la muerte de la señora O’Connor. Ella tuvo que morir para que yo sobreviva después de mi cáncer: dos muertes por una vida es un buen trato.

Enero 10, 2008
Después de matarla no sabía que hacer con su cuerpo. Mi única experiencia con cadáveres era la película “Shallow Grave”, demasiado impráctico, y el cuento de Poe “ El Gato Negro”, pero en este edificio no hay sótano con paredes de ladrillos. Por suerte la vieja, como todos los canadienses neuróticos tiene un congelador en su apartamento con suficiente comida para sobrevivir 3 guerras mundiales. Me acordé de “Volver” de Almodóvar (ya dije que no tengo mucha imaginación) y metí su cuerpo adentro del congelador. En los seis años que tengo de conocerla habrá recibido unas cinco visitas, por lo que no me tengo que preocupar de ser descubierta por unos meses. Todo funcionará.

Enero 7, 2008
Encontré a la señora O’Connor en el cuarto de buzones. Platicamos como siempre del clima y me contó, sin que yo le preguntara, sobre sus vacaciones en Winnipeg en casa de su hija. Una hija que conocí hace unos años, cuando la visitó con su esposo y 2 niños obesos. La señora O’Connor me contó que ya tiene tres nietos. Otro obeso más pensé. Después me habló como si hablara del crepúsculo más sublime, que esperaba muy ansiosa el debut de la nueva temporada de un programa de televisión popular. Fue entonces cuando supe que ella era la que tenía que morir para nutrir mi relato con un trama.

Enero 3, 2008
Todo mi cuerpo me duele después de la sentencia de muerte que me dio mi doctora. Tres meses más, con mucha suerte, me dijo. Morir: mi muerte. Siempre supuse que le tendría más miedo a la muerte que al fracaso, pero me doy cuenta ahora que temo a ambos igual. Tengo muy poco tiempo para escribir el relato que siempre tuve que escribir. Carezco de imaginación, no tengo nada que decir, tendré que fabricarlo. Los mejores relatos incluyen un homicidio o un romance. No tengo tiempo, ganas, belleza, personalidad ni energía para un romance. ¿A quién tendré que matar?

Enero 1, 2008
Este es mi último nuevo año con seguridad. Lo sé, mi cáncer ha avanzado vorazmente. Preferí estar sola a pasarla con Sara, otra solterona aturdidora como yo – la única que pudo haber querido pasar la noche conmigo. Le mentí que ya tenia planes de una manera diplomática y muy canadiense, antes de que me preguntara que hacía yo esta noche. Me la imagino ahora sentada enfrente de su televisor sintiendo una lástima intensa por si misma. Como me repugna, se parece tanto a mi. El conteo de año nuevo me sirvió para repasar mis fracasos principales: 10, pésima hija; 9, peor hermana; 8, terrible amante; 7, mediocre estudiante; 6, patética escritora; 5, aburrida narradora; 4, pesimista; 3, muy pero muy fea; 2, sin tacto social; y 1, bastante estúpida en general. Feliz año a los que no reconocen aún que ellos también morirán. Feliz año a los que fracasaron como yo. Feliz año a los que creen que cualquier lugar es un buen lugar para vivir. Para mi, que asusté a la felicidad, la conformidad, el romance, la maternidad y el heroísmo no hace falta un nuevo año. Sólo debo dejar algo mío. Un relato. Debo asesinar a alguien para poder escribirlo. Mi primero y último.